Regirse por los recovecos
de la marea que deja en sus dedos
la sal. La enérgica consagración
de la sangre, de los astros
que palpitan en la noche;
lamedora de orillas,
cicatriz de arenas.
La voluptuosa y disimulada caída
de una mano hacia un tenue caderamen:
el umbral del gozo clandestino,
a ojos de miradas fugaces,
al encuentro fatal del discreto posarse
en la rama endeble del árbol que sustenta
toda noción de carne;
palpar rugoso:
runa indescifrable.
Lo misterio sana. Cura. Preña.
Todo lo secreto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario