sábado, 23 de enero de 2016

BOCANEGRA

Le llaman bocanegra porque bebe mucho vino.
Le llaman bocanegra porque tiene lengua de ceniza.
Le llaman bocanegra porque es pirata de un solo ojo,
de un solo diente.


Le llaman bocanegra porque es frágil como el mar.
Le llaman bocanegra porque en cualquier parte
le llaman bocanegra porque siempre es cualquier parte.
Le llaman bocanegra porque tiene la boca negra.
Le llaman bocanegra porque devora calamares en la costa.
Le llaman bocanegra porque le salen piedras de su boca negra.
Le llaman bocanegra porque come mucho en los banquetes.
Le llaman bocanegra porque dice muchas palabrotas.
Le llaman bocanegra, al bocanegra, que no tuvo más
que esa boca, negra, como esa esperanza negra,
ésa que tanto le duele, que tanto le espera.

Le llaman bocanegra porque llora hollín.

Le llaman bocanegra.

Es su nombre.

Le llaman bocanegra.

jueves, 21 de enero de 2016

MUSICALIDADES I: LO DE WAGNER

No me gusta Wagner. Lo siento; pero no me gusta Wagner.

Wagner es a Beethoven lo que Salieri a Mozart, es decir, un mediocre. Un técnico superior; no un obrero cualificado.

Beethoven era sordo, como Goya. Tal vez la sordera de ambos les hizo retratar, a uno en sonido y al otro en lienzo, la cualidad más bella de las sombras: su voz. Van Gogh no era sordo, pero se cortó una oreja y, como Munch, quien supo retratar en su célebre cuadro El Grito, de manera magistral, la desnudez de la angustia, desató para las generaciones posteriores lo que Kafka o Rimbaud ya exploraron: la hondura del ser en la superficie del mundo.

La angustia de Beethoven, por su sordera, resultó en la Novena Sinfonía "La Coral": la epifanía del arte que supera el sentido que lo alimenta, del que se nutre para ser. De Wagner, en fin, lo previsible. La ortopedia sonora, el adecuamiento, la suplantación del maestro, también, para ser, de otro modo venerado, no venerable, pues lo primero es efímero mientras que lo segundo es eterno. Dan ganas de invadir Alemania. ¿Y Mahler? Bueno, Mahler es un Bruckner apasionado, un gran tecnócrata de la música sinfónica. Mahler es el megalomelómano. Bruckner, el transversal, el minimalista, el pueblerino campechano, el ascendente musicalmente horoscópico de Schönberg. Mahler es el Beethoven que nunca pudo llegar a ser Wagner, porque Mahler es la Trascendencia. Desde Mahler a Schönberg hay sólo un par de buenos rusos, como Shostakovich, Stravinski, Rachmaninov o Prokofiev. Porque los rusos se educaron en la tundra es por lo que hoy por hoy Dostoyevski, Tolstoy, Pushkin, Gógol y otros grandes clásicos se parecen, al leerlos, a esas composiciones abigarradas y extensas en detallismos,  de los músicos rusos. Chaikovski, aunque anterior a muchos de los nombrados, ha tenido siempre el estatus de gran representante del exotismo exportable que "lo ruso" por aquel entonces proporcionaba a las mentes más adineradas. El boato francés sin Francia. Lo salvaje. Sin embargo, por detrás, como he dicho en alguna ocasión, siempre se gestaba la carcoma.

Son pocos los músicos holandeses (Flamencos, salvando —o no— ciertas distancias geográficas y culturales) que hayan trascendido el acerbo acervo cultural de aquellos tiempos. Numerosos, en cambio, los pintores: El Bosco, Rubens, Vermeer, Brueghel, Rembrandt, todos maestros de la luz de la que carecían en sus Países Bajos. ¿Cuán Beethoven podría ser un pintor ciego? ¿Qué sublime espacio visual nos brindaría a través de su talento?

No me gusta Wagner. Lo siento. No me invita a acordarme de ningún cuadro ni de ningún libro ni de ninguna mujer.
Beethoven es la pasión a la que Mozart renunció por querer ser italiano.

Puccini es a Verdi lo que Miles Davis a Kenny G —son épocas distintas, alguien esgrimirá; sí, pero Miles Davis sigue siendo de anteayer—, o lo que Gramsci a Garibaldi. Lo siento. No me gusta Wagner, ni Verdi, ni Berlioz, ni Liszt. Me gustan otros. Con Mozart empiezo a entenderme. A Bach le juré fidelidad en privado, después de una acalorada y desagradable discusión.

Otro día les hablo de Sibelius.

lunes, 18 de enero de 2016

SÍNTOMAS

El catarro es la parte divertida de la gripe.

Es cuando se debe elegir hacer el examen oral de francés, es cuando las nasales suenan al más puro estilo de Toulouse.

El español, sin embargo, se aproxima a las palabras como si estuvieran rodeadas de una membrana espesa, un balbuceo de manatí.

Hay cierta melancólica elegancia en el acatarrado: es un llorar por nada constante. Un frío detrás de la puerta por donde se entra a la tristeza; un desdoblar de pañuelos viejos aún suaves, como al deshacer la cama después de un viaje. Una tenue asfixia. Respirar niebla.

El catarro frecuenta cosas de color y sabor cítrico. La vitamina C es buena para prevenir el catarro.

No el frío. No la corriente inesperada. No el portazo de la lluvia.

El escalofrío es la antesala de la gripe.

Ahí se acaba la diversión.

domingo, 17 de enero de 2016

REYES DE NUEVA INGLATERRA

El sonido del papel de regalo rasgado por las manos poderosas y libres de los niños. El asombro que se les sale por los ojos en raudal de alegría, de una inocente alegría dibujada en O en la fórmula secreta de sus bocas, piscina de cristal fresco donde chapotean traviesas las botitas que caminan por todo el territorio de su imaginación.

El sonido de la cinta adhesiva, pulcramente retirada del cierre del envoltorio, el "tac" de la liberación del contenido que encierra el papel monocromo de los regalos serios, útiles, de los mayores: la máquina de afeitar eléctrica, el par de calcetines, camisetas y jerséis, el último grito editorial. La sonrisa que se arruga en la comisura de los ojos, poniendo en polvorosa las patas de los gallos que habitan en la sien, plateada, como pasa en el tango. El agradecimiento, escueto, afectuoso pero escueto; el afán de que los regalos hagan mella en lo invisible, y lo hacen, como el reojo que llama nuestra más sutil atención, lo inesperado pero exacto, la sorpresa apagada, el cortés entusiasmo; esas maneras con que los adultos condescienden con la infancia.

El sonido del papel de regalo rasgado por las manos poderosas y libres de los niños.

DATOS CURIOSOS SOBRE ESTE PAÍS POSTMODERNÓCRATA

España siempre queda en cuartos de final en los mundiales, salvo en Sudáfrica, que lo ganamos. Bueno, lo ganó el PSOE.

España siempre queda 7ª, 15ª, 26ª en Eurovisión, salvo en el 68 y 69 que ganamos, con Massiel y con Salomé. En el 69 compartimos victoria técnica con Países Bajos (Lenny Kuhr "De Trobadour"), Reino Unido (Lulu "Boom-bang-a-bang"), Francia (Frida Boccara, "Un jour, un enfant") y hubo que pactar. Al final se consideró ganadora oficialmente España, tal como consta en los archivos. En 1979 (10 años después) quedamos segundos porque España le dio 12 puntos a Israel, los mismos que Israel nos había dado a nosotros, y les dimos el triunfo a "Hallellujah". La representante española era Betty Missiego, peruana. Como Fujimori, que era de origen japonés.

En España, en el mismo año 1992, se celebraron unas Olimpiadas (casi nada) en Barcelona y una Exposición Universal en Sevilla, coincidiendo con el 500ª Aniversario del Redescubrimiento de América. Ahí pegamos el taponazo. Ahí sí, en 1492, y en 1992.

España tuvo un rey con dos números cuando Holanda era nuestra. Carlos, I de España, y V de Alemania (qué cosas). Hollande es el apellido del Presidente de la República Francesa.

España sólo llegó hasta la 2ª República, antes del Golpe Militar que se gestó en Marruecos.

En España, los teatros se llaman como los helados.

La nueva tele en España la hizo un rumano.

España fue ocho siglos musulmana. Ahí nos salimos, también.

España es el país europeo con más barbas por político y más políticos por barba.

España celebró un Mundial de Fútbol en el 82, (ensayo de lo posterior), cuya mascota se llamaba "Naranjito", como llaman, jocosamente, al líder de C's (Ciudadanos, un partido catalán de origen, ahora nacional).

En España, las tonadilleras se pasean por los patios de la prisión. Los Presidentes van a casa de los cantantes a jugar al futbolín, o al ping pong. Las vicepresidentas bailan. Se hacen películas sobre el interrogatorio judicial del tesorero del partido en el gobierno. Y concursos televisivos de aspirantes a él. En España le dan el primer premio a quien permanezca más tiempo atrincherado en una casa o en
una isla desierta.

España tiene el flamenco, que es gitano, árabe, indio, castellano, extremeño, vasco... En Japón sienten absoluta devoción por el flamenco. Japón es el país del Sol Naciente. San Francisco Javier fue el primer clérigo en llevar el catolicismo a Japón en 1551, extendiéndolo por la India y China, donde murió. Ahí le dimos también, ¿eh?

En España se hablan más de 3 lenguas cooficiales, como en Suiza, donde los políticos nos guardan su dinero, o Andorra que es como Suiza, pero en catalán. Serrat quiso cantar en catalán la canción que después cantó Massiel en español en Eurovisión 68, que nos daría el triunfo.

España o se queda ahí, a las puertas, o se salta la tapia del patio de atrás... Ahora, como en Eurovisión 69 (69 son los escaños de PODEMOS), toca pactar...

INSEGURIDAD CIUDADANA

Vivimos bajo llave. Todos nuestros movimientos, al pisar la calle,
están calculados, perfectamente estudiados, ejecutados con exacta rigurosidad. Hasta las palomas se apartan.

No conviene titubear frente al cajero automático. Equivocar la clave sería fatal; dudar de espaldas a cualquiera: señal de alarma
ante miradas torcaces. Vigilantes vigilados.

Siempre nos sudan más las manos poco antes de alcanzar la esquina: un coche patrulla con funeral sigilo, alguien que delira en voz alta exigiéndonos limosna con rictus tan voraz, como un péndulo que se oxida en la tarde.

Vivimos sobre aviso.

Nuestros semejantes no se parecen a nosotros, ni entre sí.

Hay que cuidar lo que se dice, hay antenas clavadas en el alma de la gente: esqueletos de libélulas gigantes.

COSAS QUE SE APRENDEN EN FIN DE AÑO


Que Forges no es catalán, sino madrileño.

Que los miembros del grupo Opus, tan popular en los 80 con aquel tema titulado "Life is life" (lalá, la-lalá), son austríacos y no lo que yo pensaba —no sé por qué razón—: que eran turcoalemanes.

Que se fuma y se bebe mucho menos cuando se toca la guitarra, pero que también se come menos, y para cuando ya decides descansar la música un rato, ya sólo queda bebida.

Que el día 1 nadie lee los periódicos para sobrellevar la resaca.

Que no existe nadie en la faz de la Tierra con la habilidad de deglutir doce uvas verdes y grandes (con pipa) por segundo; y que el cava contribuye a atragantarte con ellas.

Que a nadie se le ocurre un deseo porque está más pendiente de las uvas que del deseo, a no ser que el deseo sea "Comerme todas las uvas este año".

Que el árbol de Navidad no resulta una ordinariez en mitad de un salón lleno de botellas de plástico semivacías, platos de plástico con restos de papafritas y ceniza, colillas, pielecillas de chorizo, media rebanadita con humus, llaves, móviles, monedas, calcetines, envoltorios de Ferrero Rocher albergando chicles de menta duros, carátulas de CD's con el cerco pegajoso de un cubata servido en vaso de tubo de plástico, de los cuales hay miles, habiendo 13 personas y, de esas 13, 6 que los consumieron.

Que con un buen baño en pelotas en el mar se te quita todo, hasta el sentido del ridículo y del riesgo.

Sobre todo cuando al día siguiente, ya se supone descansado, te preguntas cómo demonios te metiste en el agua con la orilla llena de piedras y no hubo que lamentar desgracias.

Que el alcohol desinhibe, cierto, pero cuando estás realizando una actividad inusual que precisa cierta destreza, consciente de que la estás haciendo, tus sentidos se equilibran y la adrenalina hace que tus movimientos resulten ágiles y con capacidad de reflejos. Sobre todo si entraña un riesgo para uno. Y por no ser "aguafiestas".

Que lo más ingrato del día siguiente es recoger y limpiar. Que organizarse lo hace más ameno y hace parte de la noche anterior.

Que siempre hace un día espléndido el primero de año.