viernes, 17 de febrero de 2017

AFLORISMOS VI

El desprecio es el primer síntoma de fealdad interior.

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Contrariamente a lo que se piensa, aún así, se piensa.

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El trabajo dignifica al mapache.

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Los portugueses nos dieron una hermosa lección de interiorismo político: los fusiles también pueden servir como floreros.

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Todo el monte será orégano cuando los olmos den esas ansiadas peras y caigan, al fin, todas las brevas ésas.

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La poesía es un insulto a la pobreza de espíritu.

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Gratitud no implica servidumbre.

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Está el anhelo que corta.

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La nostalgia aparece como embeleso en el recuerdo taciturno de un presente no vivido en plenitud.

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"Te quiero": mentira que se hace verdad mil veces después de decirse.

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Quien ama despreciando, desprecia la virtud de sus hechos, la verdad de la palabra. La belleza de toda alma y cuerpo.

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Todo es reactivo.

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Cómo ha cambiado el mundo: antes se podía dejar el corazón abierto que nadie te lo robaba.

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Las apariencias no engañan; empañan.

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Para poder fluir es preciso mojarse.

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Los gustos cambian según se vayan desalojando de disgustos.

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Muerto el Comandante, se acabó la trova.

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El colmo de un republicano: nacer el día de Reyes.

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La mente es la aduana del deseo.

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Me gustas así como soy.

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El disléxico escribió "secuela" en lugar de "escuela"; por algo sería.

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Sobre todo en la adolescencia, resulta imposible separar el grano de la paja.

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Merodeas. Me rodeas.

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Las circunstancias nunca están a la altura de las circunstancias.

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A menudo, la cobardía nos obliga a hacer lo que más tememos con tal de salvarnos.

martes, 7 de febrero de 2017

MIS DEDOS

Es en mis dedos donde descansa toda posibilidad de caricia.
Donde reside la suavidad, la intensidad y la danza
sobre el teclado de mi voz.

La firmeza de la pluma que caligrafía,
muda, mi mente en el papel.
Mis órdenes, mis deseos.

En mis dedos el frío.
En mis dedos el placer probable,
el roce: el frenesí.

Las manchas de tinta:
negro semen infecundo.
La habilidad del vicio.

Albergue de múltiples aromas:
ajo, mierda, cebolla, coño,
pétalo, polla, labio, tabaco.

En mis dedos donde comienza el aire,
todo primer tacto del día.
Toda torpeza. Arpegio. Espina. Sangre.

La decisión de acercarme,
de alejarme, lo prístino. Lo vulgar.
Lo sutil. Lo desierto.

La convocatoria al puño.
La indestructible hermandad
de las manos. El sonido

de la soledad sobre la mesa.
La percusión del aburrimiento.
De mis dedos las garras,

las uñas sucias, rotas, comidas.
De mis dedos el soporte
del cigarrillo, el chasquido del fuego.

La comezón de la ausencia.

lunes, 6 de febrero de 2017

ABLAR

Es coserle la boca
al verbo primordial,
a la primera carne,
al placer inmenso
del poder que engendra
a la luz;
al placer intenso
por cuyo cauce
libre discurre
toda belleza;
donde se desborda
el deseo de morir
como si se fuera a nacer.
Ablar es desflorar
a la flor del deseo.
Amordazar sus pétalos.
Silenciar vida.
Matar la voz.


viernes, 3 de febrero de 2017

EL DESAYUNO DEL OPERARIO DE GRÚA DEL PUERTO

El desayuno del operario de grúa del puerto consistiría en un bocadillo de jamón, un zumo de naranja y un canuto de buena marihuana. Como le resultaba engorroso bajar por la estructura de la máquina hasta tierra firme para realizar la operación, decidió que esa mañana su desayuno fuera en la misma cabina de la grúa, lejos de las miradas de sus compañeros, jefes y turistas. Degustó el bocadillo con sumo placer, igualmente el zumo. El canuto debió hacerse esperar puesto que no encontraba mechero ni fósforos con que encenderlo. Se sintió muy frustrado al pensar que tendría que bajar de la grúa a pedir un mechero para encenderse el canuto, y que su desayuno, esa mañana, no resultara perfecto. Con el regusto aún ácido del zumo, se le ocurrió que lo mejor que podía hacer para proveerse de una eventual chispa para encender el canuto era hacer un puente con los cables del mecanismo de los mandos de la grúa; total, nadie se daría cuenta. Con el canuto en la boca, desmontó el salpicadero que albergaba el cuerpo eléctrico que accionaba el contacto de la grúa y, acordándose de sus años salvajes, ideó el puente. El espacio en la cabina de la grúa era exiguo, lo que obligó al operario de grúa del puerto a adoptar una postura corporal ciertamente complicada para acercar su cabeza al foco de la chispa. Tan forzada postura, al agachar la cabeza por debajo de sus rodillas mientras practicaba con las dos manos el puente, produjo una opresión en su estómago que resultó en una arcada por lo reciente que aún andaba el bocadillo, y sobre todo, la acidez del zumo de naranja en su esófago. El estertor del reflujo que le sobrevino hizo que su cabeza se golpeara con una de las palancas, y le ocasionó una luxación cervical que, debido al dolor, le hizo perder todo sentido del equilibrio en la cabina. El canuto, debido al vómito, salió disparado de entre sus labios y, húmedo, resultaba del todo inservible ya. El dolor era insoportable, y en esa postura, asfixiado en su propio reflujo se lo encontraron sus compañeros y su jefe al acabar el turno, debido a la alarma que suscitó el hecho de no haber atendido al carguero coreano que acababa de atracar, a cuya descarga estaba asignado el operario de grúa del puerto. Dejó mujer y una hija. El golpe en la cabeza del operario de grúa del puerto fue mortal, junto a la asfixia. Del canuto humedecido por el vómito nadie se dio cuenta. Era otra la tragedia de ese día.

LA CAMPEONA MUNDIAL DE NATACIÓN

La campeona mundial de natación fue a comprar naranjas. Dio los buenos días al frutero, el cual le despachó, diligente, ocho naranjas. Tuvo una agria discusión con él a cuenta del precio de las naranjas. Ella le levantó la voz. Él le pidió que no le hablara en ese tono y ella, furiosa, saltó por detrás del mostrador y le propinó un fuerte puñetazo en la nariz que lo dejó sangrando. No contenta, le dio dos patadas en el hígado ante el resto de clientes, los cuales huyeron de la tienda, escandalizados. La campeona mundial de natación salió de la frutería con los nudillos doloridos. Llamó bastardo al frutero, que aún permanecía hecho un ovillo en el suelo de la frutería; sangraba mucho. Tiró las naranjas por detrás de una tapia. Siete gatos se lanzaron de inmediato a por ellas. La campeona mundial de natación, ya en su casa, desde la ventana de la cocina, se puso a escupir a la calle. Vino la policía e hizo preguntas. Todo quedó en eso. Al día siguiente, la campeona mundial de natación vivió el día más hermoso de su vida: su novio le pidió matrimonio en un parque. Ella le dijo que sí. Se casaron meses después. Tuvieron dos hijas, una de ellas, con problemas. Él la dejó por una veinteañera del trabajo. Ella lo esperó un día por fuera del trabajo, y lloró, mientras le encañonaba con un revólver. Disparó.