miércoles, 21 de febrero de 2024

Qué decide lo que dice la sombra
a hombros que suceden y seducen,
bromas morbosas, brumas que ceden
al abrirse del hombre-morsa su amor,
sobra decir qué símbolo inmola
la broza, si un émbolo roba la siembra
si hembra u hombre, brazo y seda
que se queda sobre la hierba, ambas
milagro, engrosando la voz sobria,
lubricando alondras.

POEMA INCÓMODO

Detecto tantos kilométricos
tétricos periplos impracticables
de metacrilato, crípticos
—tántricos, crónicos, coptos—
activos, lúbricos pruritos
consuetudinarios, que casi
que como que una cama cacofónica,
pupitre etéreo, ascensor consciente,
pétreo procrastinador de la intemperie,
impere lo que impere, siempre quedará
Huitzilopochtli.

ESCENA ELIMINADA

Caricia tectónica, pisada de elefante;
busca con su trompa el pico de la tortuga.
Milenios esperando.
Un beso breve, tan lento
que dure lo que una era
en un parque, en pleno cataclismo.

—Mira, amor, ahí el meteorito.
—No sé cómo abrazarte.
—Mi casa es pequeña.


ARROJADURA

Fue el resultado agrio de una bilis sola.
Tan sola como el pasto incandescente
de una cabra ignívora. Opaca como un muro
donde fusilar mariposas. Reflujo lávico,
magma espectral con restos verdes, orgánicos,
carne en mal estado, furibunda y ronca queja
de la entraña; bronca a la concavidad del váter,
que no devuelve más que el eco, un eco que devuelve,
solidario todo lo que al ser le es tóxico y exceso.
Frío que escala por la espalda que suda raro.
Efluvio macerado, espasmo salvador,
purgante estertor: revolución de las tripas.
Hipo con dureza.

CAPITO

Entendimos que el error estaba en otro sitio.
En la provocativa causa de la pasión;
en el espacio crítico donde cada cual parecía navegar,
ufanos, en su canoa con ganas de galeón;
sintiéndonos capitanes, siendo en realidad,
robinsones anhelantes de un naufragio
que nos trajera hasta la costa abandonada
aquellas escuetas vituallas que alimentaran
nuestro imaginario banquete: al final sólo algas.

Entendimos que el error andaba escondiéndose
de nosotros, salvando las distancias y los charcos,
reaccionando a la alergia de los berenjenales,
a las once varas de nuestras camisas rotas,
al ahogo del agua en los vasos rotos;
al amanecer insomne sin la mente en el debido sueño,
al tumulto que el vino provoca en la palabra,
en su huida hacia atrás, hacia el resorte de un gatillo.
El mecanismo de una guillotina de papel.

Entendimos, también, que el amor es ácido.
Tanto como un dulce abandonado hace tiempo
en la despensa de los años, una antigua tentativa
de constante agrado que ya, no siendo verdad,
se agarra con fervor a lo que la razón dicta,
sin que haya lápices infalibles contra la burda ortografía
que pretende situarnos al borde del poema,
ese poema falso, escasamente limpio, puro.
Tan sólo un poema más que no hace nada.

Entendimos que el error estuvo en la manera.
En el modo de decirnos a deshoras lo que daña.
Pasar de la fiesta al trágico metal de la hoja
del cuchillo, mal afilado, a la común mortalidad
de esa arena entre las manos, interminable
raíz de toda duna que lentamente avanzará
hacia el oasis. Volvamos, entonces, al abismo
de donde nunca debimos escapar. Era allí
nuestra morada, aunque humilde, era nuestra.

Entendimos que la vida es, al mismo tiempo,
una muerte sin dolor, una especie de cadena
trenzada por las horas y sus músicas calladas.
Que entre ambos existía una verdad que resultó
no ser mentira, sino más tierra aún por recorrer;
hemisferios con su diferencia horaria, con aduanas
llenas de oficiales, trámites, salvoconductos,
autorizaciones; burocráticas credenciales
de quienes somos. Entendimos todo eso.

Ahora es casi un desafío la palabra,
una cautela, un paso preciso hacia el mar
sin tener en cuenta oleajes, mareas, ventoleras.
Ahora es todo un vergel desmantelado.
Un manual de instrucciones, dogmático,
esquivo, escrito en múltiples idiomas.
Una espada mellada, inútil pues, cuando ya
la batalla hace tiempo ha terminado.
Ahora sólo queda, de nuevo, otro acto de fe.

ARCAICO NARCÓTICO

Rácano nácar, corán anarca,
arrancarrocas, coscorrón oscuro,
articatártico, raquítico; riquísimo
socarrat. Catarro tarraconense,

tanques, tacones. Contesta el
tarot arcano: cartas; sectas castas,
canarias, rancias, cainistas...
Casas cerca, carpas secas. Parques.

Parcas. Porteadores: sherpas,
canastas, sacos, otras cosas...
Crápulas. Deportadores: perchas
satanás, asco, sacos rotos.

Creta: recta, terca. Cresta
que se arrastra, crepitante, talasocrática;
tal asocrática: triste cristal; crisis
total.

Y frío, africano frío. California.
Narcofolía al arcaico narcótico.
Anarcofilia. Forniloquía. Fornicalia.

1-N

 

Los muertos.
Todos los muertos.
A los que van muriendo.
A los que van matando.

Desalojando la vida.
El desahucio de lo que palpita.
El repentino infarto. Todo eso
que es terminal. Lo cancerífero.

La cola avanza hacia la duda.
Hacia la incertidumbre.
Estamos aquí. Luego allá,
donde nadie sabe.

Los que tenemos vértigo
preferimos el Infierno,
porque el Cielo nos da
canguelo... temblor de piernas.

Ya fuimos muertos por desazón,
por costumbre, por hábito.
La vida es la antesala de todo eso.
El azar es el terror del cómo.

La vida, esa trampa arácnida.
La muerte, ese silencio de terciopelo.
Ese quejarse del no estar de quien se quiere.
De imaginárselo dormido. Pero no.

Siempre un féretro por medio.
Una caja. Un almacén del alma.
Un pijama eterno. Hasta incluso la ceniza.
Hasta cuándo el recuerdo.

Morir es un acto distraído.

SOSTENGO

Sostengo que no tengo
tantos mis contentos,
tan tontos, goteando...

Gitana, ¡qué ganas de sentío!
¿Es sano este gentío?
¡Santa Tángana Ignota!
¡Ganges, Mecong, Tanganica!

¡Sigan gaseando! Con todo ese gas,
ganas aquí Nagasaqui, Quísinguer,
¡qué gusano! En saunas de ONU;
unos se agotan, gota a gota,
toga a toga, boca a boca
sotto sotana... ¡Qué cosa!
¡Qué asco!

Rangos. Sorna. ¡Ngrosna!

Sogas, sacos, tongas y tongas...
Augustas torturas; roturas, curas,
tantos curas... ¡Acusar a curas! Sacar
esas cosas sucias, engatusando
esos acuosos sesos,
¡socorro!

DOLCEFARNIENTE

No me recomiendo en ciertos días.
El problema está en que no sé
cómo tomarme hoy esa pereza,
mañana aquella furtiva visita a la tienda,
y el resto del tiempo
ya sé bien que es cosa mía:
esa tétrica molicie tan fecunda,

tan severa.

DEFORME (Helgo Monriz, 1975)

Tengo callos en la nariz,
cerumen en el pene.
Me he luxado los labios
intentando mirarte con la boca.


Me han salido rizos en las uñas,
hongos en el pelo.
Hablo por los codos
lo que escribo con en culo.

Sudo por las pestañas,
mis dedos bostezan;
hago caca con el corazón
y orino con el cerebro.

Cuando me empacho
vomito por las orejas;
me lloran las rodillas
cuando me tiran de los sobacos.

Follo con el hígado
y como por los ojos.
Mi piel grita si mi escroto
tropieza con las patas del mar.

Tengo a menudo acidez de cejas,
y al caminar cojeo de páncreas.
No puedo oler bien por el ano:
un simple catarro me estriñe.

Me moriré de un infarto de fémur,
o de un cáncer de alma.
Mientras tanto, prefiero estrornudar
con toda la columna vertebral.



SO FAR A DAY

Tiembla el ascensor

cuando desciende.

Hace ruido como de gárgara,
como si hubiera de tragarme

la tierra. Es el vértigo
que lo atenaza.

Pienso a veces que el paraíso
ocurre cuando la jaula de Faraday

se me abre al mundo.

IMBOKKALUPO

Las gallinas se oponen.
Traman un sabotaje constante.
Son odiosas porque nunca
se conforman.

Del corral me llegan informes.
Quejas desplumadas. Razón
tendría para iniciar exhaustiva
investigación.

Han dejado de poner
huevos. Protestan por todo:
están iniciando una campaña
en contra del pienso.


Tienen luz, hogar, comida.
¿De qué se quejan?
Me da en el hocico
que saben leer.

Me desataré.

RWÀG SMEN Õ'R

 Trôzh mü nãrg gròpp
fjül grek måm gûl.

Frepp, k’hang, hlûl.
Am àrt dëk’h e mù

ga a’ã hūp ge ló shïr.
Èäm fwá kzìr.