lunes, 23 de julio de 2018

PLEASE, MAKE UP THE ROOM

Los Johnson llegan al hotel. Jacinto les atiende amablemente en recepción. Les explica las condiciones en un perfecto inglés: que el desayuno es de 7 a 9, que en la habitación no se puede fumar, que saltar desde el balcón a la piscina no está bien y que su seguro no les cubre partirse la crisma contra el pavimento. Que el hotel no se hace responsable.

Mr Johnson, cómo no, protesta. Jacinto sabe que los ingleses protestan por todo. Que sólo saben pedir y quejarse. Les recalca que el minibar es de pago. Y que cualquier deterioro que se produzca en las instalaciones corren de su cuenta. Mrs Johnson protesta. Protesta porque considera que Jacinto les está prejuzgando —Where is your manager?—. Jacinto les explica que es su obligación explicarle lo que se puede y no se puede hacer. Kevin y Diana, los niños de los Johnson, juguetean con los bolígrafos del mostrador. Jacinto, amablemente, en perfecto inglés, les pide que se comporten porque no es la primera vez que desaparecen los bolígrafos de recepción, y que es, a pesar de su nimiedad, una herramienta imprescindible de su trabajo. Mr Johnson le pide el nombre a Jacinto, porque le va a poner una reclamación —This is disgusting!!!—. El mánayer, Ramón, sale de su oficina y pide disculpas a los Johnson por el malentendido. Que son normas del hotel explicar las condiciones a los huéspedes para que no haya malentendidos. Mr Johnson se calma. Mrs Johnson, airada, no.

Los Johnson entran en la habitación. Les parece pequeña. Para cuatro, les parece pequeña. Mr Jonhson baja a recepción a reclamar que la habitación parecía más grande en el anuncio del portal de internet donde contrataron y que la realidad supera la ficción. Jacinto llama a Ramón, el mánayer, y éste les explica que las habitaciones son todas iguales. Que le pidan explicaciones al touroperador.

Esa noche, el touroperador ofrece a sus clientes un cocktail de bienvenida. Los Johnson se apuntan. Mr Johnson se emborracha y la arma. Todo queda en un pequeño y desgradable altercado. Todo vuelve a la normalidad. Los Johnson regresan a la habitación y Mr Johnson, por la borrachera, vomita entre las sábanas. Mrs Johnson, a las 3 de la mañana, llama a recepción para que manden a alguien que les cambie las sábanas y protesta por el hecho de no tener en la habitación un juego de sábanas de repuesto para este tipo de eventualidades.

Maricarmen llega a la habitación. Mr Johnson está en calzoncillos, vomitado y borracho. Maricarmen les cambia las sábanas y limpia la cama. Mrs Johnson fuma un cigarrillo en la terraza. Kevin y Diana están con ella, tomando Cocacola mientras Maricarmen les cambia las sábanas y Mr Johnson, vomitado, con los brazos en jarra, examina lo que hace Maricarmen. Se sienta en una butaca, en calzoncillos, vomitado, esperando a que Maricarmen termine de cambiarle las sábanas. Cuando Maricarmen les ha cambiado las sábanas se va de la habitación, con las sábanas vomitadas de Mr Johnson, con sus manos temblorosas y deformes por el efecto de los productos ácidos y tóxicos a los que han sido expuestos durante tantos años.

Maricarmen tiene dos hijos, es viuda. Su marido murió de un infarto en Casablanca hace 6 años, cuando se fueron por primera vez de vacaciones.

Mr Johnson se vuelve a acostar y Mrs Johnson arroja el cigarrillo al suelo del balcón (recordemos que en las habitaciones no se fuma y, por tanto, no hay cenicero). Los niños se acuestan también. Apagan la luz. Se duermen.

Maricarmen empuja pensoamente el carro por el pasillo enmoquetado de la planta 7 del hotel hacia el cuarto donde se almacenan todos los elementos de limpieza. Está haciendo horas extras que nadie le paga porque el vuelo que trajo a los Johnson vino retrasado y no había nadie que cubriera su puesto.

A las 5 de la mañana Jacinto acaba su turno. Se pone la chaqueta, atraviesa el hall del hotel, se despide de sus compañeros y se dirige al aparcamiento para coger su coche. Allí se encuentra a Maricarmen, fumando, con el uniforme. Jacinto y Maricarmen tienen un affair desde hace unos meses. Sus respectivos hijos no lo saben. Pero Jacinto sabe que Maricarmen está harta. La abraza, la besa. Maricarmen llora. Los dedos de Maricarmen son como esos cigarrillos finos y largos, quemados, como los que fuma Mrs Johnson, las uñas carcomidas por los detergentes. —Ya lo sé, cariño— le dice tiernamente Jacinto a Maricarmen mientras la abraza estrechamente. Maricarmen mira a Jacinto, con los ojos llorosos: —No, no lo sabes— le dice. Jacinto, abatido, entra en el coche, cierra la puerta, arranca y se va.

Maricarmen vuelve al hotel, se cambia de ropa, pero antes de irse, sube a la planta 7 y defeca frente a la puerta de la habitación donde se alojan los Johnson.

Maricarmen, a sus 67 años, se jubila mañana.

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