sábado, 15 de diciembre de 2018

viernes, 30 de noviembre de 2018

BROTE #7: PRISMA

El prisma a través del cual somos percibidos en función de lo que expresamos condiciona el valor de lo expresado y la validez de quien lo expresa. Es sólo una cuestión de desenfoque.

PAISAJE


Alguien con los ojos en blanco
saluda al viajero.
Indica con su dedo curvo
el final del cielo donde el horizonte,
cueva del tiempo y la distancia,
se hace con el aire una diadema
para mostrársete aún más hermosa.

La sombra bajo el árbol, ya sin hojas,
dejó huella en los frutos podridos,
entre la arena, entre la arena
las uñas rotas que arañan una última fragancia
a la perdición del camino.
Suave la brisa calcinante; abrevadero
con astillas en el agua: peligrosa esta sed.

Debería seguir de largo.
Ocasionar un reguero de huellas
que persigan los chacales.
Sólo un rastro de alacrán
ubica el norte: insecto brújula,
hacia mí mismo.
Hacia el impulso de la muerte.

AQUÍ


Aquí
reparten si lo que dices
pulveriza lo que piensan.

Te hacen otro.
Cacarean incansables.
Gallinas.

No se puede hablar
de la aurora, aunque
no sea bella.

Juzgan el temor,
la burla, el colchón
lleno de chinches.

Torpedean
alemanamente
los cargueros de flores.

Silban disimulo.
Ocasionan problemas.
Luego se van.

Nos dejan
todo desierto.
Lacerándonos.

Vendrán luego
a por los restos.
A por lo fósil.

Cagan bien.
Tranquilos.
Sudan en silencio.

Cercenan la paz
de los retretes.
Es sólo mierda.

Nada es tan sublime.

CREDO


Creo en la gente extragaláctica.
De fuera de la ciencia,
de la física.

Creo que el carbono
es una excusa,
un límite, una insolencia.

La sustancia soberbia:
lo que sustenta
eso que debemos creer

que somos.

Creo en lo inútil.
En lo increíble.

SIN PRINCIPIO. SIN FIN

No quiero saber lo que quiero, todavía no. Si lo hubiera sabido de antemano —que no quiero saber lo que quiero—, me hubiera ahorrado tanta arrogancia, tanta soberbia, tanta falsa seguridad, tantas palabras precisas... No quiero saber lo que siento, ni lo que pienso; no quiero saberlo. Me queda mucha vida por detrás para darme cuenta de que todo lo que quiero no es lo que quiero. No quiero saber lo que quiero, todavía. Tengo derecho a la ignorancia, como también a la inteligencia. No es mi deber ser coherente. Yo no vine a este mundo para complacer a nadie. Ni a mí mismo. Rechazo toda servidumbre: en la gratitud, en el amor, en la amistad, en el odio, en la pobreza. Yo no he venido a servir a nadie, no he venido a servir para algo. No he venido para ser de los demás, para ser una herramienta de felicidad de otros. No he venido para ser feliz ni desdichado. He venido a mutar, a dejar de ser continuamente, a no saber estar, a equivocarme, a deambular por un inmenso berenjenal, a ser molesto, odioso, sublime, ingrato, amable, tierno. He venido a vivir. A no querer saber lo que quiero, todavía. Si aún no sé quién soy, ¿cómo voy a ser tan osado, tan estúpido, como para querer saber lo que quiero? Hay que ser lo suficientemente imbécil como para perder el tiempo pensando en ser alguien ajeno al alguien que ya soy, quienquiera que sea. No quiero saber lo que quiero, todavía. Cuando lo sepa, repúdienme, cobardes.

ANTIBECQUERIANA (POEMA ICONOCLASTA)


¡Qué vas a ser tú la poesía!
La poesía soy yo. ¿Me oyes?
Así que deja de lloriquear,
de darte golpes en el pecho,
de languidecer como amante
insatisfecha.
Hazte el favor. Pero háztelo bien.
Ni golondrinas, ni pupila azul,
ni pollas en vinagre.
¡Nada!
La poesía...
¡Ay, señor! Si ella supiera
cuántas veces la ultrajáis.
Se revolvería en mi tumba.
Levantaría la cabeza para
arrojaros rayos láser por los ojos.
Para maldeciros con la boca ancha.

¿De verdad? ¿En serio?
¿Crees que pensaba en ti?
¡Venga ya!

La poesía soy yo, ¿me oyes?
Que no se te olvide.

DESCRIPCIÓN DE UN SUCESO ACAECIDO

En la habitación podemos observar un sillón de orejas algo desgastado por los años, una lámpara de pie en hierro colado y tulipa estilo art-deco, sobre una mesilla baja lo que parecen ser notas tomadas de manera apresurada, a decir del análisis caligráfico superficial, el análisis grafológico, no obstante, revela que esas notas fueron tomadas bajo los efectos de algún cuadro de ansiedad por parte de quien las escribió, y cuyo contenido se halla bajo secreto policial. Junto a la ventana, una estantería con libros dispuestos sin orden, en cuyas baldas también encontramos pequeños objetos decorativos como piedrecillas de la playa, una concha vacía, un dado rojo, una pluma de ave, un cochecito de metal de juguete, marca Peugeot, fotografías de trompetistas, actrices, entradas de conciertos, una cajita pequeña de marfil, un catalejo dorado. En el suelo, junto a la mesa y sobre la alfombra persa (ignoramos si auténtica o no), en decúbito supino, con vida y plenamente consciente, se observa al hombre solo, vestido con una camisa gris, pantalones de pijama a cuadros rojos y verdes, riendo a carcajadas profundas y largas. No se aprecian señales de violencia, ni daño aparente en las partes que el individuo muestra en la posición en que se encuentra. Tampoco se sugiere la concurrencia de episodio traumático alguno, a decir del aspecto apacible que ofrece el hombre solo, y por ello pensar que el estado de permanente hilaridad pudiera deberse a algún shock. No es lo que se aprecia, la verdad. Como tampoco se sustentaría el hecho de estar ante un cuadro de delirio o intoxicación por el consumo excesivo de sustancias narcótica o estupefaciente, o bebida alcohólica alguna: no hay ceniceros, ni cucharillas, ni vasos, ni copas, ni botellas de ningún tipo de bebida, excepto una de agua que sirve de florero, que pueda apoyar esa hipótesis. Por tanto, lo que podemos observar en la escena descrita es simplemente un hombre con un inofensivo síndrome transitorio de felicidad, lo que no requiere por parte de nosotros ningún tipo de preocupación, y por no resultar una amenaza para la integridad de las personas ni para sí misma, aquí concluye la investigación.
 

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Javier Mérida

CORRESPONSAL DE TIERRA


para Antonio Arozena
 
Hay un buho por cada esperanza.
Un hervor de selva que se desata:
pájaros nocturnos hablándose
en idioma cetáceo.

También hay jaulas,
cotidianidades estrechas.
Momentos de abandono,
de melancólico trajín.

Una mudanza a ninguna parte:
como un corresponsal de guerra
que huye también de los obuses.
Donde el mapa ya no rinde cuentas.

Hay un cobijo de muebles silenciosos,
—buen whisky al que brindarse—,
algunos buenos libros que aún deben ser salvados.
Una desobediencia ante lo infame.

Recuerda,
hay pajarerías clandestinas
aún por visitar.

AIRE


Nuestra primera memoria
tiene que ver con el aire.

También nuestro primer
llanto. Con el aire.

Con el aire el tiempo, el pasado,
el futuro; con el aire el silencio,

la voz, la música,
la risa, el frío, el calor.

Con el aire la vida;
también la muerte.

La memoria es aire.
Sucede a menudo:

el olvido
se parece a respirar.

OPCIÓN DE ASOMBRO

Amar no es eso que nos contaron.
Querer no es eso que nos dijeron.
Nada ha sido como es.
Todo el mundo es quien es:
una posibilidad de encanto,
una opción de asombro.
Nadie debiera ser un callejón
sin salida, o el resultado
de una irrevocable decisión.

No siempre somos de corazón.
A veces somos más de hígado, intestinos,
riñones, cerebro, genitales, estómago.
A menudo somos hueso, pelo, piel y uñas;
cuerpo, mente, o de todo junto.
Amar no es eso que nos enseñaron.
Es una versión original del silencio,
una caricia sin subtítulos, sexo
sin banda sonora, sin fumata blanca.

Hay una luz, hay sombra.
Hay mucho más abajo mucho más arriba.
Tenemos el poder de perseguir lo que queremos
sin saber si lo que queremos desea ser perseguido.
Yo temo que mis sueños se hagan realidad,
no tendría sentido irme a dormir.
No puedo rechazar la pesadilla.
Tampoco me la pienso perder
si me sirve de consuelo.

Hay carne también. Hay deseo;
del mismo modo que hay buena y mala gente,
no puedo evitar las malas ni buenas calles.
No puedo eludir el encuentro. El contacto.
Puedo elegir, eso sí, hasta cuándo elijo.
A quién elijo. Hasta dónde el conflicto.
Afortunadamente,
no siempre estoy
en lo cierto.

STRUTHIO CAMELUS

El pájaro sin alas
devino avestruz,
forma sauria
de dignidad postmeteórica;
en aquellos tiempos
ningún apocalipsis suponía
revelación.

El camello emplumado,
flamenco desgarbado;
primadonna africana,
corredora olímpica de los desiertos
como dama presurosa bajo lluvia
evitadora de charcos:
su arremangarse de enaguas.

Esconde su cabeza
bajo tierra para hacerse invisible
negándose al peligro.
Ojos que no ven,
corazón que no entiende
que por no ver lo que teme
no está a salvo nunca de ser visto.

No todas las criaturas
ostentan el ancestral privilegio
de nacer de un menhir
de nácar.

PORNO


El atletismo sexual.
El poder de creer que cuanto más
mejor; robotización del deseo.
Cadena de montaje del instinto.
Insistencia en lo brutal de la carne.
Hipertrofia de la pasión.

Objetos que se deshacen del amor.
Publicidad de cuerpos
desalojándose de toda ternura,
frenética sobredosis,
patética demostración hercúlea
de la tosca ansiedad por derramarse.

Patético recreo de malfollados.
Consuelo de solterías.
Recurso fácil para la privada culpa.
Orgasmos en serie de segunda.
Amarga sensación de pubertades
no resueltas. Conformismo de tímidos.

Connivencia con la sordidez. Impunidad
de humillación mutua.
Nada diferente a asistir al descuartizamiento
de un disidente saudí, o al corrosivo erotismo
del poder de la tortura.
A la violenta moral de lo inmediato.

Al fervor por un pedazo de madera
que mueve montañas, colapsa autopistas,
acorrala a mujeres, a infancias. Tren que descarrila
virginidades, como quien cocina
un plato de pasta después de conjurar
contra los ángeles custodios todas las caídas.

Lo que entra por los ojos sin pasar por la conciencia.
Homeopatía del placer de amarse.
Desmantelamiento de toda sutileza,
de todo temblor, desahucio del gusto.
Redada en el barrio marginal
de la hermosa libertad de lo espontáneo.

SENCILLO PARAÍSO

El sendero bajo árboles conduce hasta la cabaña, sencillo paraíso, refugio de soledad; la húmeda quietud respira lentamente. Descalzos, mis pies fríos conservan aún memoria de cada paso sobre las hojas que el lago acumuló junto a la orilla. En cada hoja reconozco la huella del agua. Sentado en la silla cubierta de musgo, frente al lago, pierdo la cuenta del tiempo, y mis ojos adivinan entre la niebla la silueta roja del viejo abrigo que aún pende de una rama. Ahí lo dejé. Ahí debe quedarse, testigo mudo e inerte de la formación de líquenes sobre las piedras. Ahora ya no se ve. Mi espalda desnuda cobija con ternura el breve escalofrío, la leve caricia forestal, el ligero peso de esta llovizna.

METARREFRÁNICA


El alma rota del cántaro que a beber
fue del agua que nunca hubo,
a la sombra del buen árbol
bajo el que se cobijó, junto al pájaro
que vio escapar a cien hermanos.
La cara del amanecer que tanto madrugó
en plena tormenta tras la calma,
el río revuelto que se dejó correr,
porque sonaba demasiado.
¿Quién era de tanto ir con quien anduvo?

BROTE #6


"Cuando uno tira algo viejo se hace espacio para que lo nuevo entre" —Antonio Carmona.

Cuando compramos ropa, compramos la imagen que nos fabrican los esclavos que nunca podrán comprar la imagen que nosotros les hemos vendido.

ANTINERUDIANA


Que sepas que los más tristes versos
de esta noche
los compuse al amparo del olor
de las pescaderías; cuando me cansé
de ser tan hombre.
Que confesar lo que he vivido
me hizo, a vuestros ojos,
el ogro. Me trajo problemas.
Me pregunto, en plan demagógico,
cómo se hubieran sentido.
Qué hubiera sido preciso preguntar;
qué pasó en realidad, antes
de lo que sucedió.
Ahora, de todas esas cosas que se os quedan
como atrocidad
de haberme compuesto al sexo de mucama,
me arrepiento, lectoras. Os pido disculpas
por ser aquel monstruo que os cautivó.
Siento la decepción.
Prefiero que no me lean, por tanto.
Pero sigo siendo hijo irresponsable
de un tiempo en que nada, ni cebolla,
ni verso en el aire, se nos hizo mal.
Perdón por existir.
Mi nombre es Neftalí Reyes, chileno.
Falible. Poeta.

BAJO UN PARAGUAS (HAIKU DE OTOÑO)


¿Será de lluvia
esa gota que tiembla
en su barbilla?

REGRESO A LA TIMIDEZ


El regreso a la timidez
supone volver al recelo.
A la conjuración de estar
el mundo entero contra uno.
Para el mundo es fácil.
Para uno no.
El mundo siempre estuvo
en contra de todo lo humano.
Por eso uno tiende
en el transcurso de su vida
a destruir el mundo,
despreciando así
la frágil condición de vivir.

El regreso a la timidez
implica cerrar puertas,
evitar posibilidades,
asentarse en el dulce campo
de la desesperación.
De la mudez. Del llanto sordo,
inaudible como el idioma
en que responden las almohadas
a toda incertidumbre
que brota antes del sueño.
Porque el sueño es la meta.
La salvación. La evasiva.

El regreso a la timidez
es un desarreglo del rostro.
Una prudencia que sufre.
Acudir destartalado,
maltrecho, al refugio
en silencio.
Retraerse. Retirarse.
Volver al hogar solo.
A la originalidad
manida de la tristeza amable,
indulgente.

Lo que falta a menudo padece
de lo que sobra.

El regreso a la timidez
es un acto sexual incomprensible,
incomprendido por quienes
manchan el mundo
con su sola presencia.

jueves, 29 de noviembre de 2018

ODA AL ENTENDIMIENTO

ODA AL ENTENDIMIENTO

¡Oh, entenderse!

Salvar las distancias con un flotador.
Como un socorrista que se lanza
al mar para que nadie se ahogue
en un vaso de agua.


Hablar idiomas distintos, aunque sean
el mismo, pero con las sílabas cambiadas,
como pasos de baile, ¡qué diversión!
Sacudirse la arena de los pies.

¡Oh, entenderse!

Extenderse en la comprensión.
No reducirse al ombligo.
Conocer la dicha, la desdicha,
la plural contemplación de las lunas.

Dejar atrás lo que atrás lastra.
El peso específico del rencor.
La clavícula contrariada,
los demonios raptores.

Las siete cosas que nos dan.
Lo sencillo. La bronca. El perdón.
El criterio. El griterío privado.
El diálogo que nos perturba.

¡Oh, entenderse!

Como vacas que mugen
en el mismo establo
cada cual en su dialecto,
comparándose las manchas.

¿Acaso robamos el tiempo,
los besos, el aire, la voluntad
de acercarnos? ¡Qué movida!
Mejor no decir ni mu.

Sacudirnos las moscas,
competir en mala leche.
Perder el tiempo rumiando
lo que ya se sabe.

¡Oh, entenderse!

Si todo fuera tan fácil,
qué aburrido vivir, ¿no?
Siempre hay un momento
para parar. Para parir.

Cuando se quiere
se intenta.
El fracaso no es el fin.
Es el principio de un nuevo comienzo.

sábado, 13 de octubre de 2018

LAZTANA

Águeda odiaba a los pianistas. Notorio escándalo no armaría su reprobación pública del célebre August Kollmann —intérprete germanoamericano— recientemente en un recital privado, al señalarle con especial vehemencia, no exenta de saña, que su ejecución había sido poco menos que para cumplir con la arrobada admiración de sus adoradores, cuando dirigiéndose a la sala, agrega: "devoción enfermiza con que los melómanos a menudo nos fustigamos, como penitentes que no mereciéramos el voluptuoso misterio de la música: ese estar gravitante." Seguidamente, Águeda abandonaría el salón entre engolados murmullos y un pellizco de pata de silla en el suelo. Recorriendo confusa las calles que recordaba para su regreso —se orientaba fatal en la oscuridad—, no pudo encontrar, a pesar de las continuas consultas al minimapa de un expositor, la ruta idónea que la situara en algún lugar familiar desde el que poder partir. Sin embargo, logró la plaza. Le parecía que la villa se hubiera transfigurado en su contra al oír, mientras cavilaba sobre cuáles sus próximos pasos, un tumulto. Un sonido ascendente de barahúnda y, sin saber en qué preciso momento, se ve rodeada por todos aquellos asistentes al recital, en cuyos rostros obvios los signos de enojo profundo, de visceral odio, de desprecio, furia, hacia quien había tenido la osadía de afrentar al virtuoso August Kollmann, el cual, lejos de haberse sentido profundamente consternado, o arrepentido, al menos, por su más que evidente mediocre ejecución, acometiera aún con mayor displicencia las piezas restantes del repertorio. Entre los congregados en torno a la aterrada Águeda, el propio pianista, azuzado por su vanidad, por su catedralicia soberbia, arengando al resto de miembros de lo que ahora podríamos considerar siniestra liturgia hacia actos que aquí no debieran ser descritos.

En memoria de Águeda Leiza se erigió en la plaza de la Villa de Laztana un memorial, cuya placa reza en euskera lo que Garikoitz Saldaña, gentilmente, ha tenido a bien traducirnos:

"La Villa de Laztana a Águeda Leiza, quien, gracias a su coraje y arrojo, evitó el ultraje a la obra de su hijo, el virtuoso Endika Urbina Leiza en los homenajes que tuvieran lugar en la villa durante los últimos 20 años.

A la memoria de su hijo, quien legara a través de su incomparable talento y sensibilidad las más vibrantes y bellas composiciones en honor de la música, fusilado, por motivos ajenos a toda humanidad, el 14 de marzo de 1943, tras haber ofrecido su último recital en esta Villa de Laztana."

BOMBILLAS

Se me fundieron un par de bombillas hace unos meses. Y en realidad pensaba que no eran bombillas tan importantes, como las de la cocina, a la cual entro y salgo —enciendo y apago—, incluso las de la lámpara del comedor, siempre encendida para nada, distraída, iluminando una mesa vacía mientras la velada discurre entre las penumbras del salón. Las del aseo son importantes. Esas sí. Nada hay más peligroso que un baño a oscuras. Ese espacio angosto que requiere de esa litúrgica precisión para moverse en él propia de karateka. El cuarto de baño debiera ser siempre la habitación más grande de la casa. Con los siglos, se ha hecho del aseo una cuestión meramente higiénica, una cosa oblicua, como todo trámite. Hay quien aún puede disfrutar del ritual y, alegre, solazarse en un buen baño. Maquillarse en el cuarto de baño es siempre cuestión de premura, de último retoque contra el tiempo. Sin embargo, un tocador frente al que las damas se recrean y confiesan el reservado encanto de sus hoyuelos —mecanismo íntimo de toda mueca—, la hermandad clandestina con sus comisuras entre parpadeos, permite que asistamos a ese su embelesante cortejo de la belleza hacia ellas mismas frente al espejo; desenfocados cuando la mujer seduce a la dama y ambas sucumben al debido encuentro de sí mismas. Como actrices en sus camerinos, donde siempre se respira, hay vida, y una cuidada proporción entre lo vano y lo solemne. Las actrices salen de dentro. Los actores, en cambio, o son vanos, o son solemnes. Aún siguen buscando el término medio. No por lo que esperan, sino por lo que se juegan. Entran de fuera, irrumpen. En el juego de jugar de ambos todo se enciende. A menudo arde. Por eso hay bombillas que son importantes. Las del dormitorio, salvo las de las mesillas, para leer, y desnudarse, se pueden fundir cuantas veces quieran. Lo que les quería contar es que hoy compré bombillas, y que me encantó encender y apagar la luz varias veces después de desmontar un plafón y volverlo a montar, con la dificultad que eso entraña para un elefante como yo por la mañana.

lunes, 13 de agosto de 2018

PVP

Pensamos tanto sobre tanto que ese sobrepensamiento llega a saturar la mente. Un parloteo constante en la cabeza, insustancial charla, citando grandes nombres —o eso creemos—, posicionándonos, adoptando posturas transitorias para que nuestro ego se defienda de la desnudez del yo que tanta vergüenza y pudor nos causa. Atrincherados en nuestros modos de ver la realidad, de ser en la realidad, justificamos ante los demás cada movimiento, cada gesto, cada acción, cada acto, cada hecho. Ponemos al campo cercas que alejan, que nos dan una leve sensación de protección. Desde ahí iniciamos la guerra total por la defensa de nuestro territorio. Una defensa que a menudo se enmascara con la voluntad del ataque, de la destrucción de ese enemigo virtual que amenaza la solidez de nuestra hipocresía. Cuando al final descubrimos que no hay nada de amor en ese amor, que no hay nada de amistad en esa amistad, que no hay nada de respeto en ese respeto sino un abyecto utilitarismo mutuo en favor de la autocomplacencia, de la imperiosa necesidad de la autoafirmación, que no es más que una imposición tiránica —a menudo ejercida de manera sádica y déspota—, de nuestra manera de ser, disfrazada de valores en alza para perpetuar este asqueroso mercadeo de personalidades a costa de los demás, entonces comprendemos que lo que valemos tiene un precio: nos convertimos en un producto de consumo con garantía limitada.

martes, 7 de agosto de 2018

POEMA PRIVADO

De tu ausencia, las polillas.
Escucho su rumiar de la madera.
Imagino sus mandíbulas, diminutas;
su orgía de serrín. Maquinaria
del desencanto.

De tu ausencia, los encajes.
La textura arrugada de tus bragas.
El semen seco en las sábanas;
el sudor danzando en las cornisas
de la tarde. Los avíos del amor.

De tu ausencia, el color. Los hijos
pródigos. La turbadora sonrisa
del niño que nos interroga
desde la posibilidad de nuestra duda,
desde nuestro nido. Lo sur de nuestro sexo.

De tu ausencia, el brío.
La frenética quietud de esperarte.
El hipo por faltarme el eclipse;
el faltarme del pudor, de la locura.
El espacio que todo tiempo ablanda.

De tu ausencia, la furia.
La sutileza que acaricia los párpados
del fuego forestal de tu vagina.
La sumaria exactitud en cada mueble
que consagra tu presencia.

De tu ausencia, tus piernas.
Tu olorosa bisagra marina.
El contorno palpitante de la piel:
piélago donde se nutre mi deseo;
donde me rozo en todo lo cetáceo.

De tu ausencia, mi lágrima.
Frío caudal, glaciar por derretir,
desprendimiento de retina
por tanto verme en tus ojos,
lo que de ti me hace pupila.

De tu ausencia, el saber
de la cabra. Confiar en tu mirada,
rumiando cada imagen.
Fotografía de la antigüedad.
Cuando eres Oriente, enmudezco.