jueves, 11 de septiembre de 2014

CRICRÍ

por fin oigo grillos

en la oscuridad

luciérnagas de sonido
en el silencioso
acontecerse

de quien escucha

miércoles, 11 de junio de 2014

TRÁNSITO

para siempre,
Héctor, en tu memoria.

El tiempo es
circular.

Por eso,
ahora que te incorporas
al flujo detenido del presente,

ahora que divisas
una curvatura, como de gatos
en la lejana caricia,

sigo extendiendo mi mano
desde estos charcos
donde sigo sin hacer pie,

buscándote.

Pero tu barco viene lento.
Navega tranquilo por estas aguas
sin heridas de galerna.

Entre la niebla,
de pie sobre el muelle,
mi oficio es esperarte.

Se me ha encomendado
la misión de recibirte
y aún no distingo tu abrigo.

Pero aquí nunca se hace tarde.

Aquí es siempre ahora,
por eso esperarte
es un oficio de locos;

lo llevo con paciencia,
pues la espera es el pecado
que a este lado ahora redimo.

Me ha tocado ponerte las calles,
regar tu parcela de estrellas,
mostrarte este lugar del que te hablé.

No te preocupes, no te hace falta pasaporte.

Tus datos están aún por llegar;
pero he hecho un par de llamadas
y no encontrarás impedimentos.

Les he dicho que yo me encargo.
He sobornado con tus versos al aduanero
para que no tengas que declarar por tus palabras.

Ahora te veo,
ahí en la proa. Eres el que fuma
a horacajadas sobre el bauprés.

Te hago señas.

Desciendes por la pasarela
con tu abultada maleta.
Mira que traes cachivaches.

Prolongas, como siempre,
el abrazo del encuentro,
bienvenido, bienhallado.

—¿Mareado?—, te pregunto.
—Un poco—, me respondes.
Te ofrezco un cigarro.

Tu tiempo
es ahora todo el tiempo.

Bienvenido al otro lado de la lluvia.

jueves, 29 de mayo de 2014

ALVARESQUE: HYPNOPÉDIE.

para Álvaro,
en nuestra "herramienta de soledad".


¿Quién viene a verte siempre tan tarde?

Sé que el amanecer aún hace tundra en tus canas,
te retira las legañas del espejo para que al mirarte
a los ojos, desnudo de nombre,
por ser sábado, te toque llamarte Álvaro.

En esos ojos tuyos que la muerte no se atreva, 
ni nunca, ni más triste, ni siquiera amordazado;
te halle junto a la penumbra del postigo árabe,
respirando júbilo de jazmines,

la felina seducción de las naranjas;
pero no aún donde no puedes defenderte
porque te debes a un tiempo de corazas,
al pecado más torpe, al emplumado reptil.

Sé que aún te falta descubrir
el secreto mecanismo de las palomas.
Pues al final todo termina y empieza
en el pan: la tecnología del verbo.

En eso piensas mientras retiras de la taza
la cucharilla, bastón involuntario del recuerdo:
en el aire el café, el silencio, los amigos
que se piensan, y ocurren tras el biombo,

bajo la mesa, acurrucándose en la punta
de tus zapatos manchados de tinta,
sobre el cálido y blando motor que inflama
en tu gesto la velocidad del gusto.

Sé que te frenan la lengua algunas palabras;
que se te pierden por el pasillo juguetes que detestas.
Sin embargo hay curare en cada sílaba que dices
desde tu territorio chamán, frente a las piedras.

Ahora abres la puerta y sales.
¿Llevas cascabeles en el bolsillo?
Me gusta cómo ajustas el retrovisor,
el astrolabio del tiempo.

Siempre es un placer conducir contigo,
estés donde vayas.



miércoles, 28 de mayo de 2014

ANTOLOGÍA DE ALLÍ #2

CRÓNICA MARCIANA

Vivo en una ciudad extraterrestre, de un país extraterrestre, en un planeta extraterrestre.
Sus habitantes, todos extraterrestres, hablan en una lengua extraterrestre cosas que tienen que ver
con todo lo extraterrestre.

El clima, aquí, por supuesto, también es extraterrestre;
como lo son, además, la ceguera, la memoria y los mirlos,
esos descomunales mirlos extraterrestres.

Nuestros sobrinos, son extraterrestres. Alargan sus bracitos extraterrestres
hacia el borroso arquetipo que enuncia su futuro extraterrestre.
Plantamos niños, aquí. También...

Pero los extraterrestres tenemos nostalgia,
una descomunal nostalgia de mirlo extraterrestre,
por un pasado ya a muchos años luz de nuestros dioses.

Les erigimos monumentos extraterrestres,
monolitos macizos, catedrales de viento,
como menhires fósiles de su sombra.

El verano es extraterrestre,
con sus nubes de cloro pidiendo tormenta.
Los paraguas extraterrestres son, por tanto, los mejores.

El amor, ah sí, el amor.
También lo plantamos aquí.
Es el único narcótico terrestre

cuya posesión se penaliza.
Por eso disculpen este tono,
algo extraterrestre.

No se me permite guardarles ningún afecto
por muy extraterrestre que éste pueda llegar a ser.
Por mucha que sea la memoria que aún conserve

de exterrícola.

(De Cautiverio de escamas, de William End, 1974)

______________

MARTIAN CHRONICLE


I live in an alien town, of an alien country, in an alien planet.
Its kind, entirely alien, talks in alienish about main alien issues.

Climate, here, is also alien, of course;

as it is blindness, indeed, memory and blackbirds,
those colossal alien blackbirds.

Our nephews, they are aliens. They hold out their alien armies

towards their blurry alien-futures archetype advice.
We do plant children, here. Too...

But, we aliens feel homesick,

a colossal alien-blackbird homesick,
by cause of many light years far away from our gods.

We erected alien monuments for their sake,

solid monolytes, wind-cathedrals,
as if shadow-fossiled menhirs.

Summer is alien,

chlore-cloudy storm, whether...
Alien umbrellas are, therefore, the best.

Love, oh yes, love.

We sow it here, too.
The only penalized earthly possession.

So, sorry for this alienish tone.


I'm not allowed to be fond of you at all,

as much deep alien as it could undergo.
Much as the memory it's still retained

as an ex-earthling. 


(Scales in captivity, 1979)


Traducción: Javier Mérida.

domingo, 25 de mayo de 2014

ANTOLOGÍA DE ALLÍ #1

Después del partido el concurrido y bullicioso Estadio se sume en un murmullo cabizbajo en medio de jubilosos y afilados vítores dirigiéndose al salvaje territorio de la vía pública, la de todos ellos. En vestuario, mientras unos celebran, otros se dejan posar ante el metal rabioso que sentencia de un portazo la taquilla; una especie de quirófano en las profundidades del monstruo de la ciudad que emerge ahora hacia otra cosa, hacia otra noche larga y espesa de bocinas y bronca. A nadie le sale decir la palabra frustración sin trabársele la lengua; a nadie, sin embargo se le escapa una ejemplar muestra de dicción: oé oé oé. ¿Evohé?

En el aparcamiento, se cruza con dos tipos. Uno grande, bien puesto; el otro más bajo, aunque con tablas, por la soltura. Activa el coche y se dirige no sabe ahora por qué acaba de acelerar el paso. Abre la puerta se sienta al volante y cierra la puerta, con seguro. No hay nadie en el aparcamiento. Arranca. Se va.

Mientras coge el desvío, se le ha olvidado que la calle estaba cortada y ahora tendrá que dar un rodeo enorme para poder aparcar, al otro lado de la urbanización, con el miedo que le da caminar solo de noche. A lo lejos, supone que al otro lado de la plaza, puede que se encuentre a algún vecino paseándose un cigarro con el perro y no entiende por qué de nuevo se acelera hasta identificar la cancel de atrás, justo la que nunca toma, porque luego le queda a trasmano y, en fin, que es un engorro.

Llega ileso al portón. Empuja mientras abre la pesada puerta, sabe que la luz está a la derecha, justo al entrar, pero siempre se equivoca y mira hacia atrás y lo que ve entonces no le gusta nada: no le han seguido.


No le han seguido porque ya estaban allí, esperándole; terriblemente anticipados.

Lo que se encontró a las 6 y media doña Silvia y lo que le dejaron puesto al joven en la cara, tirado en la escalera, en medio de un charco de lágrimas y sangre, mucha; y el vientre, derramándosele.

Al día siguiente, suspendieron la exposición. La policía dio con los supuestos agresores, ahora presuntos homicidas: "Se nos cruzó", dijo uno al parecer. "Y ya está", sentenció el otro.

"Evidentemente", dijo el comisario, y añadió: "sin los empleados de seguridad, claro que hay que suspenderla".

La bala en la hierba y otros relatos, (1984), del escritor Enuf Klamper.

viernes, 25 de abril de 2014

QUARENTA

Ainda a cor difusa das laranjas em luz
à beira da estrada,
ao pezinho marmóreo da sombra,
dum cântico negro no canto do escritório;

Ainda as pombas na tempestade gris do céu
em vagar cinzento ao baloiço do ar,
feridas as asas com pó seco de craveiros:
aspereza que marca o princípio da memória;

Ainda os buracos sujos, poços de sangue
acesa; crista que debruça pelo cano encravado acima;
peço silêncio ao tribunal escuro, à sua língua
feita de cadeias; peço silêncio apenas ao tempo.

Ainda quarenta anos sem a voz ter sido morta
pela bala anti-licantropos que atirasse quem for;
apenas o jeito da florista, da primeira na praça
em perceber o cheiro dos lobos à espera do seu instante.

__________________

Aún el color difuso de las naranjas en luz
a la orilla de la calle,
al ladito marmóreo de la sombra,
de un cántico negro en el rincón de la oficina;

Aún las palomas en la gris tempestad del cielo
en ceniciento vagar al columpio del aire,
heridas las alas con polvo seco de claveles:
aspereza que marca el principio de la memoria;

Aún los agujeros sucios, pozos de sangre
encendida; cresta que asoma por el caño enclavado arriba;
pido silencio al tribunal oscuro, a su lengua
hecha de cadenas; pido silencio sólo al tiempo.

Aún cuarenta años sin haber sido muerta la voz
por la bala anti-licántropos que disparase quien fuera;
sólo el gesto de la florista, de la primera en la plaza
en percibir el olor de los lobos a la espera de su instante.

miércoles, 2 de abril de 2014

ESPAÑA

para Fer.

España,

España era una línea rosada en el amanecer que sucumbió al placer de las marismas.
España era una roca, altiva; el sueño de una cabra de los montes; venas.
España era una silueta lenta encaramada al deseo del mar: sal de sus labios.
España era el tronco tímido de la vid; el olivo sigiloso; semilla de ciprés.

España era un niña-toro que jugaba en el cañaveral, sola, junto al río.
La primera flecha se clavó en su testuz. Un zumbido anunció una lanza que le abrió el vientre:
manó sangre negra que se mezcló con el lodo; en sus ojos el terror de la muerte: el pedernal.
España era la niña-toro muerta, sobre cuya piel extendida, danzaron hombres con sus tripas en la mano.

Fue el primer sacrificio.

A España vino a fecundarla una estirpe de bronce con su semen calcáreo.
A España le pusieron una tiara de piedra y plata; una gargantilla de marfil; y una túnica parda.
A España la fundaron la fe, el terror y la venganza.
A España la hicieron arcana, sin saberlo. La hicieron bruja.

A España la casaron con águilas, con leones entre las murallas. La engalanaron de lirios, aún virgen.
Cobijaron con ella hasta altas horas del infierno, en infames orgías que desgarraron su seno.
Su dolor enardeció a los sátiros. Con su vientre, el primer berrido de la gaita, como el de un becerro al que se le encoge el corazón mientras es devorado por buitres.

Abandonada a su muerte, entre cuajarones de turbera, recibió su caricia más tierna del desierto.
Con agua fresca y cánticos de súplica lavaron sus heridas los hombres de rostro errante.
A sus labios traería el céfiro un beso lejano de naranjas, una cuna blanca de jazmín, el rumor de las yeguas.
Darían a su piel los cuidados precisos; tratarían sus cicatrices con esmero silenciosos curtidores.

Al-Andalus o Sefarad, para borrarle toda memoria abominable:
La vistieron de añil, de verde, de rojo y ocre, de avena, de sándalo; la enseñaron a hablar, a leer, a escribir.
Prodigaron en zéjeles y casidas la belleza de sus senos, el ardor de sus patios, la cálida penumbra de su boca, la piel en flor, el aroma guarecido en sus axilas.
La vistieron y nunca más la ultrajaron.

Pero en España aún latían los corzos salvajes; aún bajaban a la espuma  gris del mar los cormoranes.
Se oía murmurar a sus grutas pintadas, vestigios de otras sangres; clamaban los torrentes anegados de helechos.
Aún quedaban rescoldos irguiéndose en las sombras, vertebrando monstruosas luminarias.
Fueron enviadas cruces amarradas a los espesos y leñosos nubarrones.

Desde el minarete, tembló la aleya del moecín.
El cenit consultó al nadir; las cifras se escurrían por papiros de áspides huidizos.
Entre los susurros aparecían forjas, palabras de metal, acentos de sangre: sílabas divinas, sables.
Los claveles se encerraron en la mudez de los estanques.

España luego se hizo pura, casta, fea, católica, sentimental.
Se hizo huraña, insidiosa, culpable, víctima, sucia, macabra.
Pero también raudal, desaliento, jolgorio, esperanza.
Sola en su soledad, se gestó la carcoma.

España, la repudiada, la negra y adusta España, la devastada y delenda España;
La España rendida a su propia codicia; inquisidora del más allá, quebrantadora de océanos.
España, remilgada gorda y vulgar de olor a sopa; hermana rechoncha de su discreta hermana.
La España con nombre y mapas, terrenal, catedralicia, pestilente, petulante, imperiosa.

De España bajaron aquellos dioses.
Que eran uno, pero que eran tres.
Como tres sus arcas prometidas.
Como tres los siglos; tres los imperios solares.

El temor del eclipse. El destello de obsidiana
abriendo los ojos al terror,
en la mancha del jaguar, el destello del oro
en el hondo y pétreo graznido de la serpiente.

Más oro para las columnas de Hércules.
Más oro. Oro. Oro. ¡ORO!
Más y más, y aún más, más y más,
ahogándote España de tu misma ansia de ti, de más.

Más allá de las columnas de Hércules,
más allá del océano, más allá, siempre más allá.
Plus ultra, es tu verdadero nombre, tu Tao, España.
El círculo en el que te destruyes a cada paso que das más allá sin saber darlo.

El color de tu nombre es sangre y oro, la sangre por el oro, el oro es la sangre de tus venas.

España salvaje, territorio de la fatua limpidez de tus propios campos.
España torcida, mueca eterna de un suicida arrepentido.
España, araña extraña, tardía.

España, la patria sin madre, la esquina privada,
coronada de plata,
la siempre vencida,
la paloma. Mala virgen. Más y más allá.

España, desmesurada, escandalosa, obstinada,
tu aliento huele a ajos, a zarzas, a espumarajos,
tu idioma de paso, rápido, saltarín, de río revuelto,
tu idioma se abrió paso a pisotones, a empujones.

Tu idioma inequívocamente lacerante, arrastrado,
desolado, afilado, tentativo, tu idioma histriónico.
Tu idioma, salvaje, como tú España, sí, salvaje;
secarral que mastica con la boca abierta, vocinglero;
tu idioma también, más allá; también tenía que estar, más allá.
Tu lengua, España, esclava de sí misma, tu lengua de trapo, tu trabalenguas,
tú, deslenguada, con tu lengua llena de malos bichos que amedrentan a los grillos,
que sacuden el sereno fragor de las hormigas, dejando sin habla a las cigarras.
Tu lengua aún así lozana, sincera, pudorosa; capaz de calzar con delicadeza de guante
la mano más polvorienta; capaz de engalanar los dedos cuarteados que mecanografían
los fríos informes de tu aspecto diario; capaz de mirarse las vírgulas y enseñorearse de ti;
como una bóvida señora interrumpiendo un sepelio.
Te guardan los mejores vates, por el sabor cambiante
que singlan en el aire las lechuzas al acomodo de la sombra

sombra que te persigue, España, que te persigue como tú persigues
más allá, huyendo de tu sombra; de la sombra que eres, España.
Sombra en las casas sin sombra, sombra fresca de las fúnebres higueras,
sombra de atrás del callejón, sombra de tu más negra sombra, España,
tu sombra España, tu propia sombra, más allá de tu sombra y de la sombra.

¡Brama, España! ¡Brahma, España! ¡Marca, España!

La furia atroz de los hijos que mugen en tu sangre, España, de tu sangre
de niña-toro, sacrificada al hambre entre el olor a hueso de las cañas,
el agua negra, las tripas con que aún se devora tu tricorne linaje,
la primera flecha se clavó en tu testuz; te convirtió en el bóvido triceronte
en el noble ser que sabes ser, por un instante; por un instante, fuiste el bóvido,
la triceronte España, niña-toro: minotaura sagrada.

Y qué azul la sangre. Qué azul. Almadrabas de ojos grandes, quemándose al aire.
La oruga verde sobre el geranio; el verano, friéndose en un Ganges de sardinas.

El hervor del musgo, calcetín defectuoso de la niebla, bullendo entre los brezos.
Un parpadeo de nácar sobre los líquenes, anunciándose por las flores del camino.

España: sangre, oro, sangre. Por el oro, la sangre. Por Dios, la sangre. Por el Sol, la sangre. Por la sangre, la sangre. ¡Cuánta sangre! La sangre que canta, a pesar de la sangre, al pasar de la sombra y sus tambores. El oro rojo. Rojo por ojo... El oro, España. El oro. ¿Por qué el oro?

El oro y la sangre. La baraja eterna. El as de oros. El movimiento del odio al deseo, de la pasión alzada al diáfano rebuzno del alma.

Sangre sin curar, descolorida; sangre azul y sangre roja: alambradas de ojos grandes friéndose en las flores del camino.

Plus Ultra, España. Siempre Plus Ultra.

Más allá de ti, arde, más allá de ti, Plus Ultra, España, ardiendo siempre, ardiendo, como el oro,
como la sangre del oro, como la plata y el agua, como el rocío y la escarcha sobre el último peñasco de tu piel, España, ardiendo y sangrando, España, callando, ladrando, mugiendo, aullando, España, alimaña, más allá, siempre, España, de ti, más allá de ti está lo que anhelas... ¡Navega! ¡Más! ¡MÁS!

¡MÁS ALLÁ! ¡SIEMPRE MÁS ALLÁ, ESPAÑA!

¡Más allá de tu sangre, más allá de tu oro, más allá del océano, más allá de tu nombre, más allá del nombre de Dios, más allá de la Virgen, más allá de DIOS, España!...  ¡Porque más allá de Dios
estarás tú, siempre TÚ!

Persiguiéndote.




jueves, 20 de marzo de 2014

LA TUNDRA

Confieso que he seguido tu rastro. Tu olor entre el frío, guiándome en la tundra.

Frente a mi guarida, agucé el olfato que no te vio más. Permanecí escrutando el aire, a ver si te olía. Y sí.

Pero tu olor estaba en mí y no en el rastro del aire frío, salvaje.

Me seguí desde tu olor, instalado en mi hocico, mi hocico de ti. Y llegué hasta el lugar donde los lobeznos duermen.

Y aún tu olor, en el viento, delatándote ante mí, confundiendo nuestro instinto.

Confieso que he seguido tu rastro. Tu olor entre el frío.

Te busco en mi guarida, a oscuras; compruebo que no estás salvo tu olor, limpio, certero, aún palpitante en las paredes, danzando frente a mí.

Los lobeznos duermen.

Fuera,
la tundra.

lunes, 10 de marzo de 2014

domingo, 9 de marzo de 2014

RITOS PERSONALES

Tengo por costumbre invocar verbos que llueven.
Verbos que se estremecen de qué. Que perecen de repente, de un solo tajo, de raíz. 

Verbos que nos nombran al amanecer para acordarse de nosotros con nosotros, abriéndonos el apetito a golpe de manzana, la prohibición más absurda del  hambre, la dentellada todavía parda en la herida ácida, el jugo amarillento con que sangran los lunes.

Tengo por hábito a un monje que recolecta peras en un bosque de olmos, que es capaz de reírse sin equivocarse en ninguna ocasión, que canta águilas bailando entre peñascos, sin otro motivo que adentrarse en los difíciles dominios del poder de la cabra.

Dominios que hienden el portal de la desidia al regresar, atenazado por la costumbre insana de volver, de iniciar de nuevo el quehacer del uroboros.

Tengo por fracaso despertar si no es por algo. Levantarme de los pies y con dos dedos conducirme a la bañera, ataúd de tantos desaseados, y ducharme mientras me lo hago con la prisa.

Dedos que se alarman de buena mañana si no chasquean el milagroso mecanismo de los fósforos, si no hubiera pan, o balas.

Tengo por favor
La desganada paciencia del desengaño, el color que desemboca en la espera, esa despensa del tiempo y la estupidez, acuerdos delirantes con la enfermedad, encrucijadas que no me salen.

Tengo por qué.

SAUDADE

Sólo un resto de sombra, adherido a la sílaba, untada sobre la piel de la mesa sucia; detrás de la puerta de la casa, alguien que tirita al fondo,  donde la espalda, escaleras abajo del frío, gime desvalida bajo un sordo tintineo de muebles que crujen, retorciéndose en el vientre.

Escuálido, reseco, quebradizo, el reloj se arrastra por la pared con la osada lentitud del tiempo. Se agazapa bajo las patas de las moscas moribundas, presas del desespero en un ventanal, y del miedo en el que se agitan sus alas.

Es decir, no exactamente la denigrante sucesión de lugares comunes, con sus gestos comunes y sus zonas, también comunes, agarrándose al paisaje sin días. Tampoco la falsa molestia del humilde, al decirse a tiros las verdades de su nombre, al borde del brocal de la cama, de rodillas ante el hombre que en sí mismo ostenta.

No exactamente el gélido fulgor de cada reflejo que el nácar arranca de la esfera de los ojos en punta, como proa de felino, husmeante al percibir la alerta,  al filo atento de los grillos: detenido sobre la hoja de la navaja, honrando a los centinelas que le precedieron y a los que serán.

Tal vez, la saudade, no sea más que el punto exacto del puente sobre el cual te invade un pavoroso temblor de venirse todo abajo de ti, la suspensión en la catástrofe cotidiana, la súbita noción del espacio perdido, y del tiempo anhelado que ya no sigue contigo el fatigoso deambular entre imposturas.

El sueño de un adoquín bajo el fervor húmedo del rocío, mientras, contadas, las sombras de nuevo reaparecen, y uno, a pesar de la redondez de ese vocablo que le persigue, sigue sin hallarle el rincón donde correr a esconderse de ellas.

viernes, 28 de febrero de 2014

ESOS PELOS

Mi padre siempre me corta el pelo a peine y tijera.

Mi padre sólo conoce una forma de cortar el pelo: la suya.

Mi padre siempre me corta bien el pelo, es nuestro más viejo y doloroso pacto de ternura.

Mi padre se siente traicionado si alguien que no sea él me corta el pelo.

Es como no ir a verle, que no llamo.
Es como no llamar, que no voy.

Como si no le gustase esa novia; pero yo sé que mis novias le gustan.

Mi padre me corta el pelo desde que soy pequeño, entonces mi espanto moqueaba entre pelos aferrados a mi cara.

Mi padre me corta el pelo como un odontólogo. Es preciso, minucioso, equilibrado, trascendental.

Mi padre se corta el pelo desde joven, desnudo, con dos espejos; uno delante y otro detrás, suspendido en el aire.

Por eso es de buen pelaje, lobo apacible que se abre como una pesada puerta de templo, o de casa, grande, ancha. Conoce la sombra del olivo y el noble carenado de los bueyes. Es la piedra la esencia de su nombre, que con virtuoso andar camina entre parras sinceras.

Chirría en su particular sentido del pasado, algo de metal que siempre vocifera en su corazón, un dolor de cañas y de pasas en la boca, un pasillo que le entristece tanto como el aviso macabro de un lunes, autopista y cerrojos en los ojos.

Sabe latir solo. Oigo como late cuando acerca su pecho a mi oreja mientras me corta el pelo.

Mi padre me corta el pelo.
Como quien poda un jazmín.

miércoles, 5 de febrero de 2014

BANG

eso fue un disparo

no pudo ser una tabla que se cayera de repente
o una teja

o el repentino choque de un gato
contra una puerta metálica

eso fue un disparo

nadie gritó

eso fue un disparo

QUIETO

quieto

no te muevas

asoma por detrás de tu hombro una araña
en forma de mano

notemuevas notemuevas!

le acaba de salir un ojo
como por un pliegue

como si fuera un palmípedo
una historia rara

notemuevas notemuevas!

vuélvete vuélvete
no te toques
que se te irrita

igual se molesta

ahora está tranquilo

shhh

espera

yo te la quito

vuélvete vuélvete
despacio

lento

notemuevas

es mi mano

es mi mano
como una araña

martes, 28 de enero de 2014

PAÍS

gracias españa
gracias

por repudiarme
por manipularme
por llenarme de vocablos petulantes para formular enérgicas quejas de debilidad

gracias españa
gracias

por secuestrarme las lenguas
por demonizar a la dulce discreción de mi colorido linaje 
por socavar mi confianza en mi noción de tu nación

por mostrarme lo feo
católico 
y sentimental

por provocarme tu imperdonable urticaria
sobre la piel de las naranjas

o
en la sombra de la higuera

gracias españa
gracias

por tu gracia de dios
por toda tu puta patria
y el vil garrote
instalado en tu corazón con herrajes
en tu medievo

yo
españa

me cago plus ultra en tu estampa
grandísima puta

sólo salvo de ti
lo que nunca te perteneció

gracias
cerda

domingo, 26 de enero de 2014

ELEFANTE

se lamenta en la avenida
el viejo elefante moribundo

despojado de toda humilde rabia 
que nutre el tuétano de sus colmillos

el cuerno del final
el trueno vencido
el catedralicio silencio

y el gran elefante
como un gran árbol
se queda de pronto

muy quieto

como un sepulcro

miércoles, 22 de enero de 2014

RITOS DE PASO

han vaciado su concha
con el más salvaje estilete
trifurcado arácnido artrópodo

han eviscerado su alma
con un antiguo método
de practicar autopsias

han puesto un nombre infame
a su triste amalgama de huesos
y frío

pero él aún respira
buscando con violencia en su aliento
la paz dulce de los álamos

el crepitar de hojas 
sobre los ojos de la madre
que rebusca entre las máscaras

el arroyo continuo
de interferentes delicias
y discretos jolgorios domésticos

las ruedas de afilar
se quejan a lo lejos

él mira su cinturón
y luego a la lámpara

EL CIRCO DEL AIRE

pero volvamos al circo del aire
al sueño que se acomoda entre los huesos
fríos en la mirada

cada quien plantea un escenario
para sus veleidades

sin pudor
se apresta una geisha por la galería
de bambú y papel de arroz

el rumor de las grullas
alerta a las jóvenes
que cuchichean en las gradas

del teatro de las ánforas
que aún no han llegado
a llenarse

albergan estirpes funerarias
abandonadas al arenoso capricho
del tiempo

es la casta arcana y sin orilla de los náufragos
hinchados que flotan en la costa
con sus ídolos vencidos

traen calaveras
trofeos del cruel entusiasmo de la sangre
recompensa de entrañas y sebo

se hundieron las naves
por las plagas y divinos designios
hicieron mella en sus singladuras

las aves migratorias aúllan sobre los cuerpos
hinchados de los náufragos

hoy no habrá noticias de los hombres