martes, 24 de julio de 2018

OMPHALOS

Ombligo del mundo
que quitas el pecado de Dios.
Gran omphalos del que todo surge:
sede central de tu ser,
trono áureo desde el que tu ego
me observa, desde las alturas;
alza tu vara de medir el universo.
Sométeme.
No soy digno de tu perfección,
de tu solo nombre,
de tu verborrea centrípeta,
de tu cosmética excelencia.

Muéstrame el oasis donde saciar
la sed de tu gloriosa presencia
junto al resto de mortales,
donde sorber de tu divina fuente
todo el perdón que nos concedas.
Faro de la humanidad,
poderoso imán para polillas descarriadas.
Aliméntame con tu grandeza,
con tu retórica sublime,
embelésame con tu esbelta figura,
—¿no ves cómo resplandecen
mis ojos al mirarte?—

Bríndame la gracia eterna,
la perenne dicha de tus designios.
Que mi destino sea ocuparme
constantemente en tus asuntos,
de tus deseos, de tu venerable veleidad.
Hazme honorable esclavo de tus caprichos,
custodio de tus repujados pabellones,
tenme a tu merced —te lo ruego—.
Seré tu mejor bufón, tu más dócil eunuco,
servil chambelán de tu magníficos dominios,
devoto de tu justa tiranía, de tu imperio inmortal.
Resérvame un lugar bajo tu palio
para poder parar el tiempo
cuando se abran las puertas del palacio
y tu séquito haya dispuesto ante tus súbditos
el inmenso y florido palanquín
sobre el que alzarte, saludando displicente,
al son de las trompetas, por el camino fastuoso
hacia tu estrepitoso olvido triunfal.

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