domingo, 27 de septiembre de 2015

MINIMALES

Esta ciudad anda con mal de amores; se la ve llover por las esquinas, luego se detiene, se acalora, gris, coge aire, camina un par de pasos más —hacia algún café— y vuelve a llover, esta vez tapándose la cara, como si pensara que así no se le ve todo eso dentro, que no se le escucha, pero en su cara se delatan todos los adoquines, pesados como lápidas, como una lista fatal. Como si se examinara de amante.