martes, 5 de junio de 2018

CATARSIS


Sigo.
Sigo andando.
Andando sin saber.
Sin saber cuánto pesa
lo que no pesa. Sin pesar.
Sin pasar,
de nuevo, por donde ya pasé.

Sigo.
Sigo ardiendo.
Ardiendo como una estrella
que brilla en silencio.
Soltando.
Soltando palabras.
Descargando lo que nada dice
de lo que se dice. De lo que se sabe.

Sigo.
Sigo siendo yo.
Manchados mis labios
de muda hermosura.
De asombro. De tierna calma.

Sigo.
Sigo con la mirada,
echado en la hierba, bajo la sombra
de los árboles —junto al riachuelo—,
el rastro que dejan
las musarañas. El aire que se queda
flotando en torno al tiempo.

Sigo.
Sigo andando.
Por el mismo camino,
plantando una primera huella,
nueva, fundadora de misterios.

Sigo, purificado,
desarmado. Indefenso
ante lo que no sé. En precaria
certeza de lo que se me depara.

Sigo.
Sigo porque aún tengo memoria
de todo lo que debo olvidar.
De toda belleza que permanece
en la recámara de lo sublime.

Sigo.
Sigo aquí, ahora.
Sin pensar para tan lejos.

Sigo.
Sigo vivo.