sábado, 19 de noviembre de 2016

PAR

Brava. Inclinas la cabeza hacia el lugar donde el mar cuece su espuma, caldero eterno de la suave brisa que juega a morirse en mi ser donde todo es cauce, ristra, eco. Volver a la memoria táctil donde la ternura se hace brisa sobre el repelús de tu piel donde tus tetas cobijan algas que nutren el ser del amor como un corderillo ciego en su recién nacer. Qué perderse en tu suavidad, en la tibieza del calor distante, imaginado sueño constante de la aurora que rasga este deseo sin tregua. Lamerse de la sal. Agitamiento de marea: aquí es donde el sol te guarda, todo el calor de la memoria. Todo lo que es morderse de los labios. El hechizo de las abejas en tu alto vientre. El beso que jamás dejará de secarse en la almohada. Gratitud enferma, pasión, cala desnudez genital del viento, escalofrío que fragua nuestro ser en ser los dos que somos. A la par.
Pero te vas, común como el trigo. Secándonos para el trillar del verano. Los pinos secos, desalojándose en el cuerpo bronco de las cigarras Quitándonos la careta donde se oculta el verdadero rostro de lo que se nos cuela en la verdad de cada beso, amor. Quién sabrá nada cuando nadie sepa qué. Lo que nos pide la aurora en esta siembra. Lo que brote así, sin causa ni pena; lo que por fin exige la palabra leve, tierna sobre los dedos que te teclean el nombre. Amo tu nombre. Tu palindromía, tuya también. Lo capicúico que dará ser en lo cielo en la arena mansa de nuestros pies alados. Ícaros.

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