sábado, 13 de octubre de 2018

BOMBILLAS

Se me fundieron un par de bombillas hace unos meses. Y en realidad pensaba que no eran bombillas tan importantes, como las de la cocina, a la cual entro y salgo —enciendo y apago—, incluso las de la lámpara del comedor, siempre encendida para nada, distraída, iluminando una mesa vacía mientras la velada discurre entre las penumbras del salón. Las del aseo son importantes. Esas sí. Nada hay más peligroso que un baño a oscuras. Ese espacio angosto que requiere de esa litúrgica precisión para moverse en él propia de karateka. El cuarto de baño debiera ser siempre la habitación más grande de la casa. Con los siglos, se ha hecho del aseo una cuestión meramente higiénica, una cosa oblicua, como todo trámite. Hay quien aún puede disfrutar del ritual y, alegre, solazarse en un buen baño. Maquillarse en el cuarto de baño es siempre cuestión de premura, de último retoque contra el tiempo. Sin embargo, un tocador frente al que las damas se recrean y confiesan el reservado encanto de sus hoyuelos —mecanismo íntimo de toda mueca—, la hermandad clandestina con sus comisuras entre parpadeos, permite que asistamos a ese su embelesante cortejo de la belleza hacia ellas mismas frente al espejo; desenfocados cuando la mujer seduce a la dama y ambas sucumben al debido encuentro de sí mismas. Como actrices en sus camerinos, donde siempre se respira, hay vida, y una cuidada proporción entre lo vano y lo solemne. Las actrices salen de dentro. Los actores, en cambio, o son vanos, o son solemnes. Aún siguen buscando el término medio. No por lo que esperan, sino por lo que se juegan. Entran de fuera, irrumpen. En el juego de jugar de ambos todo se enciende. A menudo arde. Por eso hay bombillas que son importantes. Las del dormitorio, salvo las de las mesillas, para leer, y desnudarse, se pueden fundir cuantas veces quieran. Lo que les quería contar es que hoy compré bombillas, y que me encantó encender y apagar la luz varias veces después de desmontar un plafón y volverlo a montar, con la dificultad que eso entraña para un elefante como yo por la mañana.

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