viernes, 30 de noviembre de 2018

REGRESO A LA TIMIDEZ


El regreso a la timidez
supone volver al recelo.
A la conjuración de estar
el mundo entero contra uno.
Para el mundo es fácil.
Para uno no.
El mundo siempre estuvo
en contra de todo lo humano.
Por eso uno tiende
en el transcurso de su vida
a destruir el mundo,
despreciando así
la frágil condición de vivir.

El regreso a la timidez
implica cerrar puertas,
evitar posibilidades,
asentarse en el dulce campo
de la desesperación.
De la mudez. Del llanto sordo,
inaudible como el idioma
en que responden las almohadas
a toda incertidumbre
que brota antes del sueño.
Porque el sueño es la meta.
La salvación. La evasiva.

El regreso a la timidez
es un desarreglo del rostro.
Una prudencia que sufre.
Acudir destartalado,
maltrecho, al refugio
en silencio.
Retraerse. Retirarse.
Volver al hogar solo.
A la originalidad
manida de la tristeza amable,
indulgente.

Lo que falta a menudo padece
de lo que sobra.

El regreso a la timidez
es un acto sexual incomprensible,
incomprendido por quienes
manchan el mundo
con su sola presencia.

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