El primer adiós
no es como el segundo.
Menos aún como el último.
El primer adiós
se despide siempre
con mano suave,
con inseguro ademán,
sin mucha agitación
de muñeca.
No es definitivo.
Es un adiós el primer adiós
como quien sale por la puerta
y parece que entra
nuevamente,
una especie de saludo
dedicado al pasado,
y también al futuro.
Algo que no termina.
El primer adiós
es una sonrisa de bebé.
Nunca se sabe muy bien
si se ríe por algo,
o si no sabe expresar
bien la tristeza
por tamaño desencuentro.
El primer adiós
dura mucho tiempo.
El último trae brisa
repentina de portazo,
un olor a pino que golpea
la estancia, la sonrisa
del bebé que ya olvidamos.
El primer adiós
sirve tanto para un roto
como para una bienvenida.
Sirve para decir
un buen hasta pronto.
no es como el segundo.
Menos aún como el último.
El primer adiós
se despide siempre
con mano suave,
con inseguro ademán,
sin mucha agitación
de muñeca.
No es definitivo.
Es un adiós el primer adiós
como quien sale por la puerta
y parece que entra
nuevamente,
una especie de saludo
dedicado al pasado,
y también al futuro.
Algo que no termina.
El primer adiós
es una sonrisa de bebé.
Nunca se sabe muy bien
si se ríe por algo,
o si no sabe expresar
bien la tristeza
por tamaño desencuentro.
El primer adiós
dura mucho tiempo.
El último trae brisa
repentina de portazo,
un olor a pino que golpea
la estancia, la sonrisa
del bebé que ya olvidamos.
El primer adiós
sirve tanto para un roto
como para una bienvenida.
Sirve para decir
un buen hasta pronto.
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