miércoles, 4 de enero de 2017

JMR

Nací hombre. No varón, ni macho.
Nací hijo. No padre, ni patriarca.
Nací niño, soltero, amado;
ni dominante, ni dominado.
Nací persona. Humano.
Nací digno. Con sexo,
como todas las personas,
entre las piernas —en mi caso
colgando—.
Nunca tuve balón, tuve coches,
clicks, legos, puzzles y libros.
Jugué con muñecas, con videojuegos,
canté, toqué el órgano y el piano.
Leí; aprendí idiomas.
Tuve abuela y abuelo, tengo madre y padre;
tuve novias, novietas, rollos.
Tuve sexo bueno, malo.
Fui feliz con personas,
también infeliz. Pero fui.
Y soy.
Nací alguien, con esta forma,
con esta mente.
Nací honestamente.
Discreto.
Luego me hice pasión,
miedo, entusiasmo. Conmoción.
Nací ya siendo hermano.
Rosado. Frágil, no débil
—no es lo mismo—.
Nací en este mundo,
en este planeta. Un día
hace casi 40 años.
Nací falible, no fallido.
Nací como nacimos,
por el mismo sitio.
Hay quien me acusó
de mis errores.
Hay quien me señaló
mis fracasos.
Hay quien también
celebró mis éxitos,
virtudes, logros.
Nací sin opinión,
sin opciones,
sin decidir haber nacido.
Pero nací,
aun así.
Aun así nací.
Me mezclé con gente
que también nació, un día,
en este mundo, en este planeta.
Crecí.


No me he reproducido.
No me he multiplicado,
no nací pan, ni pez.
No fui un milagro.
No fui un portento.
Nací humano. Con carne,
con huesos.
Sin conciencia de la carne
sin conciencia de los huesos.
Nací bizco, luego me operaron.
Y empecé a ver el mundo,
el planeta en el que me dejaron.
Fui educado en la amabilidad,
en el respeto, en lo sensible.
No fui adoctrinado.
Por ninguna fe,
por ningún rol.

He sido actor, poeta,
cantante, intérprete.
Toco la guitarra, el piano.
Sé cocinar para sobrevivir.
Sé fregar los platos, poner lavadoras,
cambiar bombillas, coserme botones.
Soy bueno, también malo
—no perverso ni malvado—
Soy travieso, alegre,
amigo. Soy triste, soy soberbio,
aburrido, cauto, tímido.
Soy complicado, me dicen.

Soy Javier.
Otro de tantos.

Aquí estoy.
Perdón.
Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario