miércoles, 11 de junio de 2014

TRÁNSITO

para siempre,
Héctor, en tu memoria.

El tiempo es
circular.

Por eso,
ahora que te incorporas
al flujo detenido del presente,

ahora que divisas
una curvatura, como de gatos
en la lejana caricia,

sigo extendiendo mi mano
desde estos charcos
donde sigo sin hacer pie,

buscándote.

Pero tu barco viene lento.
Navega tranquilo por estas aguas
sin heridas de galerna.

Entre la niebla,
de pie sobre el muelle,
mi oficio es esperarte.

Se me ha encomendado
la misión de recibirte
y aún no distingo tu abrigo.

Pero aquí nunca se hace tarde.

Aquí es siempre ahora,
por eso esperarte
es un oficio de locos;

lo llevo con paciencia,
pues la espera es el pecado
que a este lado ahora redimo.

Me ha tocado ponerte las calles,
regar tu parcela de estrellas,
mostrarte este lugar del que te hablé.

No te preocupes, no te hace falta pasaporte.

Tus datos están aún por llegar;
pero he hecho un par de llamadas
y no encontrarás impedimentos.

Les he dicho que yo me encargo.
He sobornado con tus versos al aduanero
para que no tengas que declarar por tus palabras.

Ahora te veo,
ahí en la proa. Eres el que fuma
a horacajadas sobre el bauprés.

Te hago señas.

Desciendes por la pasarela
con tu abultada maleta.
Mira que traes cachivaches.

Prolongas, como siempre,
el abrazo del encuentro,
bienvenido, bienhallado.

—¿Mareado?—, te pregunto.
—Un poco—, me respondes.
Te ofrezco un cigarro.

Tu tiempo
es ahora todo el tiempo.

Bienvenido al otro lado de la lluvia.

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