martes, 23 de junio de 2020

SORGO

Una vez más la despertarían los motores de la avioneta fumigadora sobre los campos de sorgo. Una vez más desayuno y porro, ducha caliente, sofá, gato y alfombra. Una secuencia que se venía repitiendo hacía meses, desde que heredara la vieja casa de madera junto con los cultivos; herencia que ya empezaba a pesar sobre sus días venideros. Pensaba en cómo de apuesto sería el aviador. Pero resultó ser aviadora cuando se estrelló y los lugareños se acercaron a ver el siniestro. Era tan hermosa. Sintió lástima por ella, por las dos, en realidad. La cosecha se malogró. Se arruinó y finalmente vendió la casa de madera y los cultivos. Luego se haría aviadora por lo de la Guerra. Ya mutilada, años después, recibiría una pensión del estado. Dio conferencias, sin sus dos piernas. Era tan hermosa.

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