miércoles, 24 de junio de 2020

AFUERAS

Marco tuvo calor. Soledad. Ayer lo llevamos al hospital. Sí, ya, el día de los enamorados. Todavía no ha parado el Universo. Hacía frío, pero le abrimos los cristales, los cuatro. ¿Una caja de bombones?, qué detalle, a mí nada, con lo de Marco no dio tiempo. Los relojes descuartizan brujas. Sí, se le pasó un poco, pero no dejó los escorpiones, no los dejó como cuatro años atrás… ¿El vestido negro, también el vestido negro del escaparate? Entonces habrán pasado una buena noche. Nosotros no, ya sabes… Bueno, el médico estuvo bastante amable. Tenía bigote. Y habló un rato con él a puerta cerrada. Hicieron migas. Marco es muy listo, aunque ya sabes… Luego se nos acercó, el médico, quiero decir ¿Marco?, lo tumbaron en la camilla hasta que se le pasó un poco. Sus ojos eran tigres o estrellas abolidas por la gravedad. No, él no tiene novia, aunque en esas cosas es muy discreto, como te decía el médico nos dijo no sé qué de unas inyecciones… ¿También un peluche? Estuvo sembrado, la verdad. Pues a esas horas, ya sabes lo de las jeringuillas, fuimos a la farmacia y decidimos llevarlo a la consulta de guardia. Sí, sí,  la que está a las afueras, una lástima las afueras. Todo emborronado por algo similar a la lluvia. Después fue como cuando era pequeño, la misma lucecilla y, buah, como el sol, como el sol cuando era pequeño y escorpiones, caballos y casi, fíjate tú, casi le digo lo del chupete, pero me parecía un poco ridículo, con quince años me pareció un poco ridículo. Entonces, entonces fue cuando gritó ¿Lo hicisteis? ¿Cuánto tiempo llevaban sin…? Qué simpático. Me lo imagino suplicándote. Sí, sí, decía que entonces fue cuando gritó déjenme aquí, déjenme aquí que tengo que ir a buscar… mientras, el coche, todo metal y humo, pasaba entre las chabolas, las afueras, una lástima las afueras.
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© Jonathan Juárez Atenza

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