martes, 23 de junio de 2020

LISERGIO

Peor que el rancio maní,
a la boca, la mayor decepción
del paladar, como ese saborear
de lo que viene viejo, lo manido
en su sed, la vítrea danza del
alacrán, es en este darme,
ocasión solemne para veneno.

No la almendra, acre, palatal
la detiene, bajo el almizcle
aún perenne lo que trenza dulzor:
caña como quien muerde bosque.
Mangal que se esconde tras lo que oculta
el desafío frutal, todo temblor.
No la almendra saciadora.
Velaré, amigo junco, junto a ti
el humedal de donde brotamos
palabra. Así tan quietos.
Sangrar del cálamo el aroma
tibio de los lotos floreciente.
Decirlo todo con salivar de cobra:
en abrazo monzón,
en mutua ofrenda
del primer trazo.
Nazca el tiempo.

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