martes, 6 de diciembre de 2016

IN VINO VERITAS

Todo este tiempo les he estado escribiendo en calzoncillos. Sin que ustedes se den cuenta. No me visto de domingo para escribir. A veces desnudo, con la polla fáccida sobre la tela de la silla, como un apéndice más; como escribir con una verruga, un herpes, o un bostezo. Como escribir triste un poema alegre. Nunca escribo dormido, sin embargo. Me resulta imposible escribir soñando. No puedo hacer dos cosas al mismo tiempo. Borracho, sí. Borracho sí que les escribo. Sobrio también, que conste. Les escribo fumando. Tengo la habilidad de escribir con un solo dedo. Practico una mecanografía manca, de mutilado por los vicios. Llega uno a hacerse experto, créanme. Les escribo cansado. Sin ganas de escribir, pero yo les escribo. Cosas. Dramas de poetas que sólo se fijan en la forma de los charcos después de llover, salvado de la lluvia. No se puede escribir bajo la lluvia, la tinta se corre, el papel se reblandece. Nunca llevo bolígrafo, ni bloc de notas. Les escribo cuando llego. Cuando he dejado las llaves no sé dónde. Cuando me quito el disfraz. Después de todo. En diferido, como un gol repetido desde muchos ángulos de cámara. Les escribo cuando no debiera. Cuando tendría que estar en la cama, durmiendo. Pero, insisto, no se puede escribir soñando. En el supermercado, no les escribo. No les escribo en el trabajo. Les escribo en calzoncillos. Cuando hace frío, en pijama. No resulto nada sexy escribiendo, no escribo con voz en off. Eso es mentira. Se escribe como un polvo a salto de mata. Cuando no me ve nadie. Por la noche. De madrugada. Mientras vigilo las tostadas. Les escribo mirándome al espejo. Sacándome los zapatos. Canturreando por la casa, les escribo. Cosas. Les escribo. A lo mejor no pienso en ustedes cuando escribo. Es probable que no piense en nadie cuando escribo. No sé por qué escribo. Pero escribo. En calzoncillos. Con las piernas cruzadas. Con olor a pies, les escribo. Con mi mal aliento. Serio. No sonrío cuando escribo. No hay amabilidad, ni cortesía. No hay complacencia. Sólo escribo. Y miro lo que escribo. Leo lo que escribo. Me recreo. Como si me lo escribiera otro. Me encantaría saber que me leen en calzoncillos. En bragas. Sin calzoncillos, sin bragas. Sólo porque les escribo. No por otra cosa. Cosas, les escribo. Yo sólo escribo. De verdad, no por otra cosa, sino sólo porque no sé hacer bien otra cosa. Bueno, sí. Sé hacer arroz blanco. Pero mientras hago arroz blanco, no les escribo. Como cuando busco las llaves frenéticamente por toda la casa. Como cuando cojo el ascensor. Escribir en un ascensor es de enfermos, es imposible, no da tiempo. Nadie escribe así. Yo, por lo menos, les escribo en calzoncillos. Y lo digo. Y lo escribo. Me gusta escribirles. Me da igual si me leen, de verdad. No se sientan obligados.

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