domingo, 23 de octubre de 2016

30 DÍAS

Hace un mes de nuestras voces.
Hace un mes de silencio que echa raíces
de no haber pasado nada. Como si
nada pasara. Pero pasa. La nada también pasa; ocurre.

Hace un mes que no es un mes; noción
de cuatro días. De aquellos polvos y estos lodos. De sesenta y nueve cervezas,
de más de trescientos cigarrillos (no todos compartidos).
Hace un mes de toda la eternidad que las palabras se juraron.

Hace un mes de nuestros rostros, también.
De frente, por delante, tan cerca, junto a.
Hace un mes de la brisa en que no apareces,
ni siquiera bajo la alfombra mágica.

Hace un mes que se deshace a sí mismo
desmantelando este refugio
al que acudimos ahora como extraños
que ya no se extrañan; que no se refugian.

Hace un mes que nuestra hija está
desatendida, amordazada. Sin los cuidados
precisos para que crezca su belleza traducida
al idioma nutricio que se pierde todo el calor de tu luz.

Hace un mes, tan sólo un mes —dirás—
nada más que un mes. Claro que hay más tiempo.
Pero es el tiempo, amor,
el que deshace ahora el amor que nos hizo.

Hace un mes que brilla por tu rampante ausencia.
Por la infinita quietud de lo que se nos queda solo.
De la respuesta difusa en un hilo de eco que envejece
hace ya tan sólo un mes, y ya es todo lo que queda.

Hace un mes que la alegría desciende
como un esquiador coleccionando banderitas blancas;
un slalom que se tornó triste, simplemente por inercia;
como dejarse matar o morirse de lo frío. Rendirse del todo.

Hace un mes que para lograr tu risa
es preciso escalar el Annapurna,
con los pies desnudos, y entre las manos
un último latido de arena congelada.

Hace un mes —treinta días exactos—
cuando un taxi vino a por mí
para perdernos de este modo.
Para dejarnos así de vacía la plenitud del alba.

Hace un mes que mi carretilla
espera tus frutos prometidos;
pero un mes son siglos en tu tierra.
Ojalá que ese silencio fuera para embellecer toda promesa.

Hace un mes que nos dimos muerte súbita y lenta.
Como el río a Virginia, como el mar donde Alfonsina...
El mismo mar que ahora detiene sus mareas
hacia la luna roja —también ella— de rabia por dejarnos ir.

Hace un mes que me faltas a tantas cosas
a las que no me atrevo a pronunciarte.
Solo bastó un día para hacer de treinta
de aquellos once un ocaso perpetuo del encanto.

Hace un mes que, de seguir así,
no será mi voz aquel lugar
que fue para tu nombre.

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