lunes, 27 de noviembre de 2017

JOSEMARI

No es que te nos vayas.
No es culpa tuya.
No es escudo, coraza. Nada.
No es siquiera azar. No es cuento,
mucho menos poema, tío.
Es sólo lo que un teclado
abriga en las yemas de mis dedos.
Un decir de un pasado. Un presente.
Una milicia constante de alegría.
Un entusiasmo que se me quiebra.
Nada que se parezca a tu esqueleto.
Un aquí glorioso. Un gesto humano.
Un eso de ti que se nos va para quedarse.
Poco a poco. Un aliento, ese no.
Ese no que te brinda una avenida.
Un amor propio. Un eterno brindis.
Un nombre que se me queda huérfano.
Un hombre que nos tiembla. Un abrazo.
Todo lo que nos da miedo.
Hijas. Hijas que honrarán en tu memoria
una silla. Una esquina de la casa. Una esposa.
Mujeres que calibrarán los designios
de una vida sin nosotros. Un nosotros
progresivo. Un quererte de pies y manos.
Una viudedad resquebrajada, un tiempo atado
en corto, un proletariado de bondad incomprendida.
Una incómoda elegía. Una de tantas. Una improvisada
tristeza. Impuesta en tiempo y forma.
Un trámite hacia la eternidad.
Todo eso que no me hubiera gustado escribirte.
Lo que te debo escribir sin memoria, sin ansia.
Lo que en telaraña nos desgasta.
Amor querido. A pesar de todo.
Lo que nos resulta tarde, lo que nos desata.
El abrazo de hierro, en tu sencillo tránsito.
En ese ladrido que comprendo.
En esa estatua que fragua tu recuerdo.
La orfandad segura y firme. Lo legado.
La memoria. La sana intención del recuerdo.
Tu íntima eternidad. Los poetas que nos dimos.
La Habana, esa Terra Cognita de tus delirios.
Nos faltarás mucho. No al respeto.
Sólo a la presencia enjuta de tus camisas.
A tu vocablo cómodo. A tu lenguaje tierno.
A los malos humos que ahora te rescatan.
Lamento este poema.
Este poema que llega tarde,
a destiempo. Circunstancial.
Un poema en el que
lloro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario