lunes, 13 de noviembre de 2017

DE CÓMO

De cómo el rayo mañanero,
el que, oblicuo, trae a tu nombre
mi forma inconsolable, mi blancura
hecha cuerpo al lugar donde despiertas,


al residuo hace poco ronquido
que introdujo en mi sueño una explosión
de gas, el sobresalto, el cambio de mejilla
en la almohada que huele a babas secas,

vestigio sutil del profundo sueño,
batalla, no por ello menos guerra,
por la conquista del territorio
tierno y cálido de la oscuridad.

De cómo el estornudo supone
en mitad de la noche un escándalo,
una justificada desactivación
de todo reproche,

una solidaridad de ácaros,
una constante presencia que duerme,
siempre a su manera,
al lado de mi abismo, a orillas de la alergia.

De repente una ambulancia,
avisándonos de que a la gente le pasan cosas
mientras dormimos. Cosas que quitan
de nuestro sueño un segundo, una importancia.

De cómo se encuentran nuestras piernas,
de cómo luchamos por un pedazo de sábana
contra el persistente escalofrío.
De cómo, frente a frente, aún hay espacio de beso.

De lo solas que se quedan las arrugas de la mañana;
de cómo identifico tu silueta en el trajín
del grifo lejano del baño. Tu danza de puntillas
por el pasillo. El sonido que haces al vestirte.

De cómo luego vienes a acariciarme el pelo,
de cómo crepitan tus ojos en silencio
al sentarte al borde de mi parte del colchón,
lo blando, lo leve que mis dedos hacen en tu cuello.

De cómo suenan tus llaves, cuando cierras la puerta,
mientras esperas el ascensor. De la puerta del portal,
cerrándose tras de ti cuando te vas.
De cómo me dejarás la calle cuando despierte.

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