El
próximo domingo trabajo de 00:00 a 07:00 de la mañana. El lunes lo
mismo. Ese domingo llegaré a casa en torno a las 08:30 de la mañana
después de un día entero sin dormir (nadie se acuesta en verano por la
tarde para dormir, menos un sábado). Me quitaré el uniforme-disfraz. Me
daré una ducha. Me vestiré de civil, y como civil subiré a votar a La
Laguna (pues allí sigo empadronado) y votaré. Me enteraré de los
resultados en una oficina fría, nuevamente disfrazado. Una fría oficina
en la que espero dibujarme una sonrisa, una esperanza para no tener que
volver a disfrazarme nunca más. O por lo menos sentir que no llevo ese
disfraz. Pueden pasar muchas cosas: que un vuelo se retrase, se cancele o
se compliquen las cosas, esto último es la tónica habitual. Estaré solo
de 00:00 a 04:30. Luego recibiré, espero que con alegría, a quienes
vengan a compartir conmigo ese espacio donde nos hemos dejado toda
esperanza de que algo cambie, de que no sea necesario que quien viene a
compartir el trabajo conmigo se tenga que levantar a las 02:00 de la
mañana (repito, nadie duerme de día en verano, los días son más largos, y
menos en jornada electoral) para aguantar, una vez más, a esas hordas
de energúmenos y energúmenas que cogen aviones, por la razón que sea.
Aunque también habrá entre esos energúmenos y energúmenas, personas.
Personas que respetan el trabajo y el esfuerzo de los demás por estar
ahí, sin descanso, esperando para ofrecerles el servicio que pagaron.
Sólo espero que vengan relajados, tranquilos. Que cuando estén en el
aire, volando a sus destinos, piensen también en quienes hemos
renunciado al sueño sano para estar ahí, para poder llevarles a su casa,
a su ocio, o a su vida. En quienes cada día se juegan el tipo a horas
en la carretera, desde el conductor del micro que nos lleva, también a
esas horas que no son horas para hacer que las personas que vienen a
volar, vuelen, tranquilos. Ojalá a partir de ese día, mis compañeros y
yo no tengamos que sabernos nuestra vida una semana antes. Ojalá que a
partir de ese día nuestros jefes nos traten con el debido respeto, no
ganado desde la reverencia, pues lo llevan claro, sino desde la dignidad
de quien renuncia a horas que no son horas a las horas que les
corresponden de dormir, junto a quien aman (pareja, hijos, abuelos,
madres, padres, que necesitan que uno esté ahí). Ojalá que a partir de
ese día, aquellos que se aplican con celo en lo implacable por un puñado
de buenos euros, que a menudo no razonan por los "procedimientos", que
no son capaces de ponerse en la piel de quien sufre a diario el desvarío
enquistado de unos pocos que provocan cierto sufrimiento a unos muchos,
se den cuenta de que sin ese disfraz somos igual de horteras,
neuróticos, apasionados, gloriosos, mediocres, ingratos, imbéciles, que,
en definitiva, somos personas, más allá de una chapa, más allá de un
carguito. Ojalá que se den cuenta de que andamos todos en el mismo
barco, como esos que aspiran al refugio que nadie les da, como quien
navega por las aguas del desamparo, como quien se queda esperando en la
orilla a que se salven de una vez. Ojalá que a partir de ese día se les
caiga la cara de vergüenza y piensen: ¿y si no va nadie? Habrá quien, a
las 14:00 entre con la sonrisa triunfal de quien ha aplastado a los
subversivos, habrá quien entre con la sonrisa de saber que el subversivo
es otro, quien oprime, quien amenaza, quien maltrata de verbo y
pensamiento, quien sólo busca defender su cotarrito a costa del
desprecio al precio que pagamos por estar ahí, esperando que pase ese
algo que haga que todo haga ¡¡¡KATAKROKK!!!
Ojalá que nos veamos cara a cara en bolas, mientras el barco, el mismo barco en el que todos vamos se va a pique. Habrá quien no sepa nadar. Pero habrá quien sí. ¿Hasta dónde extenderemos nuestros brazos para salvarnos entre todos? Hay quien tiene los brazos del mismo tamaño que su virtud. Hay también quien no.
Suerte.
Ojalá que nos veamos cara a cara en bolas, mientras el barco, el mismo barco en el que todos vamos se va a pique. Habrá quien no sepa nadar. Pero habrá quien sí. ¿Hasta dónde extenderemos nuestros brazos para salvarnos entre todos? Hay quien tiene los brazos del mismo tamaño que su virtud. Hay también quien no.
Suerte.
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