martes, 4 de julio de 2017

VIEJITO

a mis nietos

No soy viejo.
Sólo he recorrido más distancia.
Eso erosiona mi cuerpo,
desgasta mi vista,
me cansa el corazón.


Olvido las cosas
porque mis recuerdos
también vienen de lejos,
y necesitan descansar;
la memoria es una mala costumbre

que me acompaña.
Sin embargo, mis hábitos
son los de siempre:
beber, fumar, reír, amar,
ir corriendo a todas partes.

No soy viejo.
Las arrugas son surcos
que dejan las caricias
del aire que frecuento
cuando salgo a la vida.

Mis dientes ya comieron
demasiado. O bien poco.
Por eso se me caen,
se van de vacaciones.
Añoran el sabor del polvo.

Mis huesos avisan
a la muerte de que voy.
En realidad la muerte
no quiere que yo vaya.
No le gusta el ruido que hago.

No la deja dormir.
Por eso, enojada,
a veces se nos lleva
a un sitio donde no hagamos
ese ruido.

Nos encierra en el pasado.
Nos detiene.
A los viejos la muerte
los quiere lejos.
Por eso les regala la eternidad;

para entretenerlos.
Para que ustedes
los encuentren,
tranquilos, callados.
Como los viejos.

No soy viejo.
Sólo he recorrido más distancia;
sólo estoy más cerca,
peligrosamente,
del confín del tiempo.

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