jueves, 13 de julio de 2017

EL HOMBRE DE LA FLAUTA

En el Museo de Arte Contemporáneo una pareja visita las diferentes estancias. La instalación consiste en una serie de habitaciones, recreando un hogar, en el que se exponen diferentes soluciones habitacionales. Según las indicaciones, los visitantes pueden pasar una hora en cada una de las habitaciones, por turnos, como si fueran los habitantes de ese hogar ficticio, completando la secuencia, a modo de "tour". Al llegar al dormitorio, la pareja se recrea en la intimidad de la estancia: se acuestan en la cama y, de repente, excitados, comienzan a desnudarse mutuamente. Mantienen una relación sexual completa durante unos veinte minutos. Luego, a modo de juego, aún desnudos, fingen en voz alta el acto sexual. La encargada de la exposición, alertada por un visitante de aspecto extranjero con un perro grande debido a la tardanza de la pareja y de los sonidos que provienen del dormitorio, decide entrar en la estancia, sorprendiendo a la pareja, que se está vistiendo, mientras ambos fingen orgasmos. Incómoda, reprende a la pareja y pide disculpas al visitante de aspecto extranjero con el perro, el cual reconoce al joven a quien saluda de modo jovial. La pareja, entre risitas cómplices sale de la estancia, despidiéndose del visitante de aspecto extranjero con el perro, ante la mirada atónita de la encargada de la exposición.

Un hombre negro está en los lavabos del Museo. Confuso, trata de averiguar cómo demonios accionar el lavabo para lavarse las manos. Hay otro hombre en los lavabos que porta una mochila a su espalda, de la que sobresale lo que parece ser la embocadura de una flauta. El hombre de la flauta se acerca al hombre negro y le muestra cómo accionar la palanca que abre el grifo del lavabo. El hombre negro, tras lavarse las manos, toma las del hombre de la flauta y se lo agradece. El hombre de la flauta le devuelve la muestra de agradecimiento y le llama Joshua. El hombre negro le dice que se llama Jousie, no Joshua. El hombre de la flauta le dice a Jousie que un año antes había visitado el Museo y que se encontró a un hombre negro que se llamaba Joshua, que guardaba un parecido notable con él. En aquella ocasión, fue Joshua quien mostró al hombre de la flauta cómo accionar el mando del grifo para lavarse las manos. Jousie le dice al hombre de la flauta que Joshua era su hermano, que trabajaba en ese Museo.

El hombre de la flauta desciende por la avenida, bastante concurrida de tráfico. Hay prostitutas muy bien arregladas, con buen aspecto, que se le acercan para ofrecerle servicios sexuales, los cuales rechaza cortésmente. De repente, se da cuenta de que se ha dejado la mochila con la flauta en el taxi que le dejó en la avenida. Errático y triste deambula durante unas horas por la ciudad, de aspecto moderno; le recuerda a una ciudad coreana. Abatido, llega hasta una pequeña plaza con una terraza de mesas en un costado. Observa a una pareja en una mesa. Hay una flauta sobre ella. Se diría que es la suya. Se acerca, y con cierto reparo les pregunta dónde encontraron esa flauta. Ellos le dicen que en un taxi. También le dicen que se parece mucho a la flauta de una hija que tuvieron, fallecida muy joven. Él les explica que esa flauta es suya y que no puede ser de su hija; que la ha buscado durante mucho tiempo, recorriendo muchos lugares y viviendo muchas vicisitudes en su camino por encontrarla.

Se levanta un viento repentino bastante fuerte en la plaza.

Un anillo blanco de plástico viene a parar a la mesa de la pareja. La pareja, conmovida por la historia del hombre, acepta devolver la flauta al hombre. Una niña pequeña se acerca a la mesa, llorando desconsolada, preguntando por un anillo blanco que ha perdido. El hombre de la flauta recoge el anillo de la mesa y se lo entrega a la niña, abrazándola y consolándola. La niña tiene aspecto desaliñado, como si viviera en la calle.

El hombre de la flauta dice estas palabras:

"Ahora el hombre tiene su flauta; la niña tiene su anillo; el hombre y la mujer, la niña. El hombre de la flauta, por fin puede marcharse." Con lágrimas en los ojos añade: "Por favor, cuidadla". Y se marcha.

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