domingo, 9 de julio de 2017

HUMEDAD

Bajas por la vereda hasta mi boca,
ahí tus labios descansan.
Dejan musgo, líquenes adheridos
al húmedo brotar de mis encías.
Dejan abismo, también.
Cosas que no deben contarse aquí.


Hay esta voluntad de bosques
naciendo del torrente silencioso
de mis dedos; mi voz callando al tiempo
que arrastro la hojarasca y descubro
el secreto que revela un resto viejo de caricia,
áspera, perdida entre la niebla.

Desciendes más aún, hacia donde el placer
estalla y se constela en estrías de pino,
musitando formas impronunciables de loto,
sutiles tecnologías del hábito de amarse,
con todo en la nada sombría tan iluminada;
queja de niñez que desata nudos de tus pasos.

Bajas por la vereda hasta mi boca,
me encuentras santificado, delirante,
asceta y nómada. Como quien ignora
cualquier mapa de tu cuerpo,
esperando calma, sueño. Ebriedad
en la zona dulce de todo lo que me abraza.

¿Cuánta es la extensión de tu lengua?
¿Cuánta la potestad de la galaxia,
la aurora que lanza rayos a tus ojos,
la autoridad del caos para disparar
dardos envenenados al ocaso?
¿Cuánta la verdad burlada?

Serpiente, escarabajo, alimaña,
gnomo, duende, ninfa, hada,
insecto crepitando, rocío luminoso,
legaña tierna, hueso ardiente de ternura,
todo lo tuétano que saborea mi lengua
cuando bajas por la vereda hasta mi boca.

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