jueves, 30 de marzo de 2017

MOLIBDENO GARCÍA

Molibdeno García encontró en su buzón un aviso de llegada de Correos. Inusual, por otra parte, puesto que no recordaba haber hecho ningún pedido. Le pedían un contrarrembolso de 29,86 €. Esa mañana, después de un pequeño altercado con el casero, el cual le espetó su falta de educación al no saludarle en el ascensor, con el aviso en la mano, se dirigió, diligente como siempre en todos los aspectos de su vida —el día de su Comunión corrigió al joven sacerdote que oficiaba la misa al saltarse un par de versículos del misal, lo que provocó cierto escándalo en la parroquia, porque, ya que iba a comulgar, lo suyo era que comulgara como Dios manda, y no como el joven sacerdote intuyera— hacia la oficina postal con cierto aspecto desenfadado. Al llegar, hubo de pulsar un botón para RECOGIDA; el 46 le tocó, después de una anciana que avasalló a preguntas absurdas a la funcionaria que debía atender a Molibdeno, anciana a la que, con su papelito del turno, ya arrugado por la incipiente ansiedad que su pesadez, la de la anciana, le ocasionaba, interpeló sonoramente con un desagradable improperio. Llamado al orden por el oficial de seguridad, Molibdeno García se achantó, achacando su grosería al mal dormir de la noche anterior y al repentino desconcierto de tener que desembolsar la cantidad de 29,86 € sin saber de qué se trataba. Pero, diligente, como es natural en su carácter, y no la grosería, de la cual se arrepintió pidiendo públicas disculpas a los allí presentes —no al casero, al que detestaba—, al iluminarse su turno, se abalanzó sobre el mostrador, visiblemente ansioso. La funcionaria de correos le pidió el aviso correspondiente y desapareció tras la puerta del almacén, ese lugar misterioso a donde llegan todas las cosas que nos llegan y que no sabremos cómo se organiza, misterios de la administración. Pocos segundos después, horas para Molibdeno, pues no estaba acostumbrado a esperar, apareció de nuevo la funcionaria con un voluminoso paquete triangular lleno de letras chinas. Desconcertado, Molibdeno García, dijo a la funcionaria que aquello debía tratarse de un error, que él no había realizado ningún pedido a ningún sitio, a lo que la funcionaria respondió con un displicente mohín de funcionaria por encima de sus horteras gafas de pasta de color crema jaspeada. Entregado el paquete, Molibdeno pidió un "cutter" para poder comprobar el misterioso contenido del mismo. Alarma. El oficial de seguridad se aproximó, y con actitud intimidatoria conminó a Molibdeno a dejar lentamente el paquete en el suelo con las manos donde él, el oficial de seguridad, las viera. Así las cosas, obediente, depositó el paquete en el suelo. Tic tac tic tac, se oía desde el interior del paquete. Alarma. La oficina fue desalojada y Molibdeno, neutralizado por el oficial de seguridad, con una llave de Krav Maga —arte marcial israelí—, fue finalmente reducido. Aislado el perímetro de seguridad, comprobadas las salidas y que el desalojo de la oficina fuera completo y satisfactorio, la funcionaria, cutter en mano, abrió el paquete triangular. En su interior se encontraba un salterio. Entonces Molibdeno recordó. Recordó que, años antes, una novia suya, con la cual ya no tenía relación, le prometió un regalo de aniversario. Una flauta. Con sus boquillas y todo, sueltas en el paquete, origen de aquel tic tac tic tac; una flauta de madera de cedro, proveniente de China. Capricho de una noche loca en que ambos, viendo un documental, acurrucados en el sofá de su antiguo piso, un documental sobre música oriental, china concretamente, suscitó en Molibdeno el impulso de pedirle a su novia un regalo como ése, como prueba de amor, lo cual ella cumplió, también diligente. Con amargura, Molibdeno García recordó el documental, la flauta, a su novia, y maldijo su estampa —no la de su novia de aquel entonces— por aquel inusitado episodio que esa mañana, por diligente, no pudo evitar sufrir. Lo peor iba a ser el bochornoso momento de darse cuenta de que no traía el dinero justo para pagar el envío. Qué vergüenza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario