domingo, 17 de enero de 2016

INSEGURIDAD CIUDADANA

Vivimos bajo llave. Todos nuestros movimientos, al pisar la calle,
están calculados, perfectamente estudiados, ejecutados con exacta rigurosidad. Hasta las palomas se apartan.

No conviene titubear frente al cajero automático. Equivocar la clave sería fatal; dudar de espaldas a cualquiera: señal de alarma
ante miradas torcaces. Vigilantes vigilados.

Siempre nos sudan más las manos poco antes de alcanzar la esquina: un coche patrulla con funeral sigilo, alguien que delira en voz alta exigiéndonos limosna con rictus tan voraz, como un péndulo que se oxida en la tarde.

Vivimos sobre aviso.

Nuestros semejantes no se parecen a nosotros, ni entre sí.

Hay que cuidar lo que se dice, hay antenas clavadas en el alma de la gente: esqueletos de libélulas gigantes.

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