sábado, 19 de mayo de 2018

IMAGINACIONES MÍAS

Seguro que me equivoco al imaginar que me estarás imaginando, de un lado para el otro, como león en una jaula, como pez en el agua de una pecera, muriendo en silencio por la boca de la que salen lapidarias burbujas que se estrellan contra nuestras corazas de molusco. Me equivocaré, seguro, al imaginar que estás imaginándome mientras ensayo grandilocuentes discursos, con mi torpe oratoria; jurando en arameo, hablando solo, en bata; adoptando posturas diferentes según el tono, dialogante, desafiante; vistiendo el reproche perfecto de argumentos incontestables, de sólidas razones que justifiquen el odio que imaginamos tenernos. Supongo que estarás imaginando, también, el fondo musical, la banda sonora de esta escena muda de interior tarde. Imagina la música que quieras. Toda vale. Imagino que estarás imaginando la distancia que me separa del teclado, del teléfono, de nuestras respectivas casas. Quizá, no lo sé, imagines por mi parte una estrategia infalible de consuelo, eficaces tácticas de defensa o de ataque, presencia de armas secretas, de profundos refugios antinucleares para avestruces. Que me trague la tierra. Puede ser que me imagines, incluso, jugueteando con un sacacorchos mientras observo una botella o dos, los aperos de fumar un poco más allá, cosas que hacen memoria; que si no ahora, pronto andaré sumido en el más desesperanzado llanto. Tal vez, no aventuro posibilidades, me habrás imaginado, conociéndome, yendo a comprar comida rápida para no desfallecer; derrotado, retorcido en la cama deshecha, lacerado por un trágico dolor que rasga toda vestidura, o que estoy en pijama, adherido al anhelo, a la mudez de una hache que se intercala en todo, observando como un buho. Insisto. La música que quieras. Es probable que imagines en este momento la densidad de colillas por cenicero, teniendo en cuenta la cantidad de ceniceros disponibles por metro cuadrado de soledad, por cada centímetro de esmerada metáfora, imaginándote.

A lo mejor te imaginas que somos enemigos.

Nada más lejos.

Seguro que durante todo el tiempo que has invertido en leer esto, no me habrás imaginado escribiéndolo.

Hé ahí la metáfora.

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