La foto de un rey
no es el rey.
La bandera de un país
no es el país.
El amor de madre
nunca hace patria.
La cara al sol
se quema.
El cogote, también.
Quienes tienen el cogote
rojo
tienen la cara blanca. Limpia.
Perlada también de sombra.
Quienes tienen la cara roja
—en ambos lados de la vergüenza,
bien sea por héroes, heroínas,
próceres, líderes, mártires—
conocen la patética prosodia de un paseíllo,
el épico contorno de una fosa,
el ruido blando, dócil, de los cuerpos
cuando caen juntos unos sobre otros.
La muda complicidad
les hace súbditos.
La foto de un rey,
de cualquier rey
o reina
es una provocación
para quienes conocen
las reglas del fuego.
no es el rey.
La bandera de un país
no es el país.
El amor de madre
nunca hace patria.
La cara al sol
se quema.
El cogote, también.
Quienes tienen el cogote
rojo
tienen la cara blanca. Limpia.
Perlada también de sombra.
Quienes tienen la cara roja
—en ambos lados de la vergüenza,
bien sea por héroes, heroínas,
próceres, líderes, mártires—
conocen la patética prosodia de un paseíllo,
el épico contorno de una fosa,
el ruido blando, dócil, de los cuerpos
cuando caen juntos unos sobre otros.
La muda complicidad
les hace súbditos.
La foto de un rey,
de cualquier rey
o reina
es una provocación
para quienes conocen
las reglas del fuego.
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