miércoles, 25 de noviembre de 2015

HIPÓTESIS

Si yo fuera ruso, tendría, como mínimo, un gran y oculto talento para el coleccionismo de mariposas. Es cierto que aún no conozco a ningún entomólogo ruso de renombre, quiero decir, que no es algo que se comente así como así en un almuerzo o entre susurros de sepelio. La cuestión principal es el porqué de mi inclinación por las mariposas. No sé si por ser, efectivamente, ruso, las mariposas ejercerán sobre mí algún desconocido encanto ancestral del que sólo los eslavos padecen, tal vez como ensueño de una época de llanuras y cadáveres, con las mariposas revoloteando entre los arbustos tras la matanza. Me inquietaría muchísimo pensar que sólo por el hecho de ser ruso es que padezco esa incorregible afición por coleccionar mariposas. Pero lo que me causaría verdadero espanto es saber que, no siendo ruso, tuviese esa devoción por los lepidópteros. En verdad, no la tengo. Nunca la tuve. Me gustan, eso sí, las mariposas; verlas revolotear por los campos, entre los arbustos. Lo que me cuesta imaginar, y al tiempo, me hace cierta gracia, es si, no siendo ruso yo, pero las mariposas sí, se despertaría en ellas algún deseo instintivo de coleccionarme.

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