Por la tarde, a las cinco,
paseo a Miss Daisy.
Sólo puedo pasearla por el terraplén
frente a su apartamento
—tan sólo un par de vueltas,
como Fred Astaire & Ginger Rogers—.
Otros sirvientes pasean sus perros;
Miss Daisy me indica que hay que tener cuidado.
Que hay que mirar siempre; frenar siempre.
Ella también paseó en un tiempo
a un hombre, en un coche verde.
Extranjero —dicen— que era.
Sólo puede
por el terraplén frente a su apartamento.
Ya tiene su edad.
A veces la encuentro sentada frente al volante,
muda, —su silencio danzando
por una carretera antigua—,
Fred Astaire & Ginger Rogers
en el compás de sus puntas y talones,
mientras el desierto se expande ante ella.
Por la tarde, a las cinco,
paseo a Miss Daisy.
paseo a Miss Daisy.
Sólo puedo pasearla por el terraplén
frente a su apartamento
—tan sólo un par de vueltas,
como Fred Astaire & Ginger Rogers—.
Otros sirvientes pasean sus perros;
Miss Daisy me indica que hay que tener cuidado.
Que hay que mirar siempre; frenar siempre.
Ella también paseó en un tiempo
a un hombre, en un coche verde.
Extranjero —dicen— que era.
Sólo puede
por el terraplén frente a su apartamento.
Ya tiene su edad.
A veces la encuentro sentada frente al volante,
muda, —su silencio danzando
por una carretera antigua—,
Fred Astaire & Ginger Rogers
en el compás de sus puntas y talones,
mientras el desierto se expande ante ella.
Por la tarde, a las cinco,
paseo a Miss Daisy.
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