jueves, 9 de abril de 2015

ACASO

En recuerdo de Héctor Vargas.



Cuando muere un poeta en la ciudad,
las tejas dejan de ser las mismas;
vacilan para no caerse todas juntas
en estrecho abrazo de arcilla.

Sangra en cada portal la flor
que le esperaba, subiéndose
a las lágrimas,
una clarea repentina de nubes

en el cielo de la boca anunciando
salvajes e inclementes condiciones
climáticas sobre la lengua
y la tierra;

istmo que separa la noche como el mar
mosaico de ojos que flotan
sobre el cansancio,
sobre la calma.

Cuando muere un poeta en la ciudad
se sabe que los campanarios
no son oportunos, y que los nidos
se enlutan de polluelos en silencio,

muy adentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario