lunes, 8 de enero de 2018

FONDO Y FORMA

En el fondo,
nos parecemos.

En la forma no.
Tal vez en la piel
que mudamos
en cada congoja.


En la manera
de vestir la vida,
en el modo de subir
o bajar las escaleras.

En el ruido que nos hacen
las llaves antes de penetrar
la metálica vagina que custodia
toda puerta hacia la amada casa.

Pero en la forma no.
En el contorno de la sombra
sí que nos parecemos.
Pero no en lo que elegimos

soñar. No en lo que pulsa
el botón rojo del deseo.
Ni en la onda expansiva
siquiera hallamos consuelo.

No en la fe. No en la expectativa.
No nos parecemos
en la superficie,
una vez que emergemos

de las profundidades.
Tenemos diferentes rostros
al flotar, al volar, al caer.
Nos parecemos, sí.

Pero no en la forma.
En el fondo. En el contenido.
En la causa del llanto.
En el llanto, sí.

No en la forma del llanto.
En el fondo,
nos parecemos
al llorar. Al reír.

En el fondo, también,
desaparecemos.

Nos parecemos
al desaparecer.

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