La campeona mundial de natación fue a comprar naranjas. Dio los buenos
días al frutero, el cual le despachó, diligente, ocho naranjas. Tuvo una
agria discusión con él a cuenta del precio de las naranjas. Ella le
levantó la voz. Él le pidió que no le hablara en ese tono y ella,
furiosa, saltó por detrás del mostrador y le propinó un fuerte puñetazo
en la nariz que lo dejó sangrando. No contenta, le dio dos patadas en el
hígado ante el resto de clientes, los cuales huyeron de la
tienda, escandalizados. La campeona mundial de natación salió de la
frutería con los nudillos doloridos. Llamó bastardo al frutero, que aún
permanecía hecho un ovillo en el suelo de la frutería; sangraba mucho.
Tiró las naranjas por detrás de una tapia. Siete gatos se lanzaron de
inmediato a por ellas. La campeona mundial de natación, ya en su casa,
desde la ventana de la cocina, se puso a escupir a la calle. Vino la
policía e hizo preguntas. Todo quedó en eso. Al día siguiente, la
campeona mundial de natación vivió el día más hermoso de su vida: su
novio le pidió matrimonio en un parque. Ella le dijo que sí. Se casaron
meses después. Tuvieron dos hijas, una de ellas, con problemas. Él la
dejó por una veinteañera del trabajo. Ella lo esperó un día por fuera
del trabajo, y lloró, mientras le encañonaba con un revólver. Disparó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario