El desayuno del operario de grúa del puerto consistiría en un bocadillo
de jamón, un zumo de naranja y un canuto de buena marihuana. Como le
resultaba engorroso bajar por la estructura de la máquina hasta tierra
firme para realizar la operación, decidió que esa mañana su desayuno
fuera en la misma cabina de la grúa, lejos de las miradas de sus
compañeros, jefes y turistas. Degustó el bocadillo con sumo placer,
igualmente el zumo. El canuto debió hacerse esperar puesto que no
encontraba mechero ni fósforos con que encenderlo. Se sintió muy
frustrado al pensar que tendría que bajar de la grúa a pedir un mechero
para encenderse el canuto, y que su desayuno, esa mañana, no resultara
perfecto. Con el regusto aún ácido del zumo, se le ocurrió que lo mejor
que podía hacer para proveerse de una eventual chispa para encender el
canuto era hacer un puente con los cables del mecanismo de los mandos de
la grúa; total, nadie se daría cuenta. Con el canuto en la boca,
desmontó el salpicadero que albergaba el cuerpo eléctrico que accionaba
el contacto de la grúa y, acordándose de sus años salvajes, ideó el
puente. El espacio en la cabina de la grúa era exiguo, lo que obligó al
operario de grúa del puerto a adoptar una postura corporal ciertamente
complicada para acercar su cabeza al foco de la chispa. Tan forzada
postura, al agachar la cabeza por debajo de sus rodillas mientras
practicaba con las dos manos el puente, produjo una opresión en su
estómago que resultó en una arcada por lo reciente que aún andaba el
bocadillo, y sobre todo, la acidez del zumo de naranja en su esófago. El
estertor del reflujo que le sobrevino hizo que su cabeza se golpeara
con una de las palancas, y le ocasionó una luxación cervical que, debido
al dolor, le hizo perder todo sentido del equilibrio en la cabina. El
canuto, debido al vómito, salió disparado de entre sus labios y, húmedo,
resultaba del todo inservible ya. El dolor era insoportable, y en esa
postura, asfixiado en su propio reflujo se lo encontraron sus compañeros
y su jefe al acabar el turno, debido a la alarma que suscitó el hecho
de no haber atendido al carguero coreano que acababa de atracar, a cuya
descarga estaba asignado el operario de grúa del puerto. Dejó mujer y
una hija. El golpe en la cabeza del operario de grúa del puerto fue
mortal, junto a la asfixia. Del canuto humedecido por el vómito nadie se
dio cuenta. Era otra la tragedia de ese día.
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