viernes, 3 de febrero de 2017

EL DESAYUNO DEL OPERARIO DE GRÚA DEL PUERTO

El desayuno del operario de grúa del puerto consistiría en un bocadillo de jamón, un zumo de naranja y un canuto de buena marihuana. Como le resultaba engorroso bajar por la estructura de la máquina hasta tierra firme para realizar la operación, decidió que esa mañana su desayuno fuera en la misma cabina de la grúa, lejos de las miradas de sus compañeros, jefes y turistas. Degustó el bocadillo con sumo placer, igualmente el zumo. El canuto debió hacerse esperar puesto que no encontraba mechero ni fósforos con que encenderlo. Se sintió muy frustrado al pensar que tendría que bajar de la grúa a pedir un mechero para encenderse el canuto, y que su desayuno, esa mañana, no resultara perfecto. Con el regusto aún ácido del zumo, se le ocurrió que lo mejor que podía hacer para proveerse de una eventual chispa para encender el canuto era hacer un puente con los cables del mecanismo de los mandos de la grúa; total, nadie se daría cuenta. Con el canuto en la boca, desmontó el salpicadero que albergaba el cuerpo eléctrico que accionaba el contacto de la grúa y, acordándose de sus años salvajes, ideó el puente. El espacio en la cabina de la grúa era exiguo, lo que obligó al operario de grúa del puerto a adoptar una postura corporal ciertamente complicada para acercar su cabeza al foco de la chispa. Tan forzada postura, al agachar la cabeza por debajo de sus rodillas mientras practicaba con las dos manos el puente, produjo una opresión en su estómago que resultó en una arcada por lo reciente que aún andaba el bocadillo, y sobre todo, la acidez del zumo de naranja en su esófago. El estertor del reflujo que le sobrevino hizo que su cabeza se golpeara con una de las palancas, y le ocasionó una luxación cervical que, debido al dolor, le hizo perder todo sentido del equilibrio en la cabina. El canuto, debido al vómito, salió disparado de entre sus labios y, húmedo, resultaba del todo inservible ya. El dolor era insoportable, y en esa postura, asfixiado en su propio reflujo se lo encontraron sus compañeros y su jefe al acabar el turno, debido a la alarma que suscitó el hecho de no haber atendido al carguero coreano que acababa de atracar, a cuya descarga estaba asignado el operario de grúa del puerto. Dejó mujer y una hija. El golpe en la cabeza del operario de grúa del puerto fue mortal, junto a la asfixia. Del canuto humedecido por el vómito nadie se dio cuenta. Era otra la tragedia de ese día.

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