Yo, infiel, os condeno a la belleza
en la que arderéis, impíos.
Os condeno a la libertad, a la vida,
os condeno a la sabiduría más atroz,
os condeno al sueño de la creencia,
a la Fe eterna en lo Imposible;
os condeno al temor a Dios.
Yo, infiel, no os temo, porque no temo a ese Dios vuestro
que os hace súbditos de la oscuridad, de la ignorancia.
Os condeno a la Eternidad, a la Trascendencia
del Espíritu, a la realización última del Ser sin Dios.
Os condeno a la recitación del llanto de vuestros hijos.
Os condeno a la profundidad del Libro.
Al hambre.
Yo, infiel, os invito a la Escritura
del Gran Silencio que palpita
en el Tiempo blanco. A lo transitorio. A lo mutable.
Os invito a mi pequeño templo, para meditar
sobre la Nada.
Os convido al Sol. A la Luz. Al Mar.
Os maldigo por no caber en tanto Olvido.
Dios no es Grande,
porque os teme.
No sois hijos de Dios.
No sois hijos de Nadie.
Yo, infiel, os condeno
a vivir para siempre entre nosotros.
en la que arderéis, impíos.
Os condeno a la libertad, a la vida,
os condeno a la sabiduría más atroz,
os condeno al sueño de la creencia,
a la Fe eterna en lo Imposible;
os condeno al temor a Dios.
Yo, infiel, no os temo, porque no temo a ese Dios vuestro
que os hace súbditos de la oscuridad, de la ignorancia.
Os condeno a la Eternidad, a la Trascendencia
del Espíritu, a la realización última del Ser sin Dios.
Os condeno a la recitación del llanto de vuestros hijos.
Os condeno a la profundidad del Libro.
Al hambre.
Yo, infiel, os invito a la Escritura
del Gran Silencio que palpita
en el Tiempo blanco. A lo transitorio. A lo mutable.
Os invito a mi pequeño templo, para meditar
sobre la Nada.
Os convido al Sol. A la Luz. Al Mar.
Os maldigo por no caber en tanto Olvido.
Dios no es Grande,
porque os teme.
No sois hijos de Dios.
No sois hijos de Nadie.
Yo, infiel, os condeno
a vivir para siempre entre nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario