jueves, 24 de marzo de 2016

MALDICIÓN

Yo, infiel, os condeno a la belleza
en la que arderéis, impíos.

Os condeno a la libertad, a la vida,
os condeno a la sabiduría más atroz,
os condeno al sueño de la creencia,
a la Fe eterna en lo Imposible;
os condeno al temor a Dios.

Yo, infiel, no os temo, porque no temo a ese Dios vuestro
que os hace súbditos de la oscuridad, de la ignorancia.

Os condeno a la Eternidad, a la Trascendencia
del Espíritu, a la realización última del Ser sin Dios.
Os condeno a la recitación del llanto de vuestros hijos.
Os condeno a la profundidad del Libro.
Al hambre.

Yo, infiel, os invito a la Escritura
del Gran Silencio que palpita
en el Tiempo blanco. A lo transitorio. A lo mutable.

Os invito a mi pequeño templo, para meditar
sobre la Nada.
Os convido al Sol. A la Luz. Al Mar.
Os maldigo por no caber en tanto Olvido.

Dios no es Grande,
porque os teme.

No sois hijos de Dios.
No sois hijos de Nadie.

Yo, infiel, os condeno
a vivir para siempre entre nosotros.

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