La poesía dificulta la circulación. Funciona como una suerte de
patología inversa, es decir, el aliento que la insufla lo roba tanto del
portador como de quien recibe su influencia. Bien es cierto, que a
menudo, el estado que provoca es contrario: sensación de bienestar,
armonía, concentración. Esto se debe, principalmente, a la función
aeróbica que la poesía ejerce en los huéspedes en los que ésta se va
instalando para su reproducción. Ya que, como se anuncia al principio, la
poesía dificulta la circulación tanto de la sangre como del flujo de
aire, por tanto, la reacción natural del cuerpo es hiperoxigenarse ante
un déficit suficiente de oxígeno. Pero ¿cuándo y por qué se produce esta
repentina anomalía? ¿Ese inusual estado de placer? Tiene que ver, según
lo estudiado, con una cuestión de predisposición del huésped hacia lo
etéreo, es decir, a su deseo irrefrenable de levantar el vuelo. Es un
síndrome como digo, inusual, este último, pero también alentador, puesto
que nos hace atisbar una posible vacuna contra la tristeza, si se
lograra aislar el agente causante del gozo poético e inocularlo
masivamente a la población. También, en pequeñas dosis, puede ser un
remedio eficaz para el anhelo, pues éste también dificulta la
circulación del aire; pero por lo que se sabe aún está todo en fase
experimental.
29 de septiembre de 2016
29 de septiembre de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario