Ganó Portugal. Sí, Portugal, ese país en el que cada vez que se
piensa afloran los mayores y, por ello, peores tópicos de esta Europa
devastada.
En 1964 (Copenhague), el año de su debut —en el que Gigliola Cinquetti triunfó proclamando su beatitud con aquel célebre Non ho l'età (No tengo edad) https://www.youtube.com/watch?v=Utd9cHBPfRA—, pidiendo perdón en pleno fervor salazarista, el tema portugués terminó en una desalentadora última posición, sin haber recibido ni un punto de sus adversarios (Oração "Oración" de José Calvário https://www.youtube.com/watch?v=avK0zW4LRwg). Sin embargo, en esta edición, después de 47 participaciones de sonrojantes descalabros y escasos notables hitos, arrasó con la mayor puntuación obtenida por ningún país en toda la historia de este legendario evento, la nada despreciable suma de 758 votos, a decir del resultado del televoto (376) y de los jurados de 41 países (382) —salvo el jurado portugués— de los 42 que concurrieron en las dos semifinales previas.
Salvador Sobral, el joven artífice de esta proeza, presentó un
bellísimo tema en portugués titulado Amar pelos dois (Amar para los
dos), delicadísima balada, excelentemente interpretada y derrochando eso
que nuestros hermanos lusitanos tienen de sobra y que marca en gran
medida su personalidad: la sobriedad. Podría dedicarme al fácil guiño de
comparar o relacionar el nombre del intérprete (Salvador) con el
resultado de su participación, y también su apellido como curioso eco de
su hazaña o de la elegantísima ejecución y puesta en escena del tema
ganador (Sobral); pero dado que resultaría facilón y oportunista,
prefiero quedarme con el buen gusto en la boca del alma por tan merecido
triunfo, por fin, respondiendo a todos los pronósticos que en los meses
previos a la celebración ya le daban por triunfador. Así fue, por una
vez en la historia, que la justicia se mostró unánime, dotando al
Festival de un, espero, nuevo giro en su concepto e intenciones (iluso
de mí, valga el juego verbal). La inteligencia de presentar Amar pelos
dois en solitario en el escenario central, es decir, arropado por la
ingente audiencia del Centro Internacional de Exposiciones de Kiev
(cerca de 11.000 espectadores) que allí se congregó para la Gran Final,
contribuyó, en mi opinión, a generar una original atmósfera de sobria
complicidad. Pues a menudo basta con pensar las cosas con sencillez,
para obtener claridad y éxito en los resultados. Más allá, pensando en
otras cosas, convendría recordar que la izquierda (la de verdad)
gobierna en Portugal, y muchos recalcitrantes entre el españolado
juzgarán el aspecto del joven Salvador como apodemizado en aras de
insulso chascarrillo.
No deja de ser curioso, no obstante, que
las expectativas que se depositaron en nuestro joven intérprete Manel
Navarro, con Do it f or your lover (Hazlo por tu amante) https://www.youtube.com/watch?v=qAOXHdLdlqQ, manida
fórmula reggae-surfera de corte levantinesco, insustancial y cansina,
cayeran en barrena hacia el final de la tabla, quedando en un
merecídisimo último puesto. Como tampoco deja de ser curioso que, para
los restos, el "gallo" (por otra parte símbolo nacional portugués) será
lo que más notoriamente se oirá y recordará de nuestro juvenil, rubio y
tópico representante. Otro dato curioso es la cuestión de haber quedado
por debajo de Alemania, compartiendo rosco, durante toda la votación del
jurado, siendo repescadas ambas por el televoto. Claro, en este país
gobierna —malgobierna— la derecha y en Alemania, una señora con mano
firme hace cosas raras y veranea en La Gomera, y así se ha reflejado en
el eurovoto: 5 puntos para España, 6 para Alemania, es decir, más da una
piedra. Diría Rajoy: "Mirusté", depende desde donde se mire, somos los
primeros del final de la tabla.
Italia, con una pegadiza y discotequera Occidentalis Karma —budismo para Dummies— (https://www.youtube.com/watch?v=KieE_MLv-ZY, también prometía, pero como suele pasar con este país en muchas ocasiones se desinfló en directo, sabiéndose, por propio derecho y carácter, arrasadora. La proverbial y aspaventosa petulancia itálica al final se descolgó en una discreta 6ª posición (ni chicha ni limoná, al fin y al cabo), para el triunfador de la última edición del Festival de San Remo (trampolín para el Eurofestival), Francesco Gabbani.
En definitiva, podrían habernos ahorrado veintitantas —veintimuchas— canciones y haber dejado sólo cuatro o cinco, que hubiera sido lo mismo.
Sólo me queda felicitar de corazón a Salvador Sobral (quien, por cierto, lo tiene débil, pero bien grande) y a su hermana (autora del tema y acompañante en el reprise obligado por el triunfo) y celebrar la buena lección de firme humildad de nuestros coterráneos. Espero, por ello, que el año próximo pueda escribirles esta crónica desde la capital portuguesa. Firmes intenciones no me faltan.
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